Buceadores en mi mare tenebrosum

viernes, 3 de julio de 2009

Y llega el momento de mi primer y absurdo relato en el blog:

Pero antes de empezar, quiero rcomendar un nuevo blog que he descubierto, pues pertenece a un nuevo seguidor, mi primer seguidor masculino: Gildardo. Os lo recomiendo encarecidamente, pues plantea definiciones muy interesantes sobre temas tan complejos como la Soledad, y tiene un gusto musical bastante refinado.
Ahora vamos a lo que os prometí en el título, pero antes, advertir que estoy improvisando un relato, y, como siempre, no tengo ni idea de por qué caminos me arrastrará la personalidad de la protagonista, así que he de pedir disculpas si no está muy trabajado, y si lo que sale de aquí no es de vuestro agrado. Vamos a ello.


"Mi cuerpo se guió por el instinto cuando mi mente lo abandonó para enfrascarse en sus propias reflexiones. Reflexionaba acerca de todo: por qué yo, por qué a mí, por qué no, por qué así, por qué... Por qué... Por desgracia todo fueron preguntas, una tras otra, una duda tras otra para inundar mi alma de confusión, de unas ígneas lenguas que lamían las paredes de mi mente, las corazas de mi corazón, las fronteras de mi consciencia y mi conciencia... Todo mi mundo como lo conocía se derrumbaba sobre mí como el Coloso sobre el puerto de Rodas tras el terremoto del 223 a.C.
Entonces, fue mi cuerpo el que decidió caer como respuesta a las sacudidas interiores de las que mi esencia era protagonista. Y quedé ahí, tirada sobre la suave hierba, bajo aquel enorme sauce llorón que, a pesar de su tamaño y su forma, siempre quedaba eclipsado por los gigantescos piños piñoneros que se aglomeraban a su alrededor, intentando ocultarlo y a la vez evitando acercarse, como si de un leproso se tratase. Creo que por eso mi cuerpo eligió ese lugar. Era mi igual, me sentí identificada con ese árbol, y creo que fue por eso por lo que no hice el esfuerzo de tomar el control de mi cuerpo, sino que le dejé acomodarse sobre el verde y mullido lecho que se extendía debajo y alrededor de mi cuerpo hasta donde las sombras oscuras y las agujas de los magestuosos árboles conseguían ocultarla de mi vista.
Relajé mis brazos y los situé separados de mi torso, dejando que la suave brisa moviese el follage y me hiciese cosquillas en las llemas de los dedos. Ahora si quise recuperar mi cuerpo.
La hierba me arrullaba, y el sol, que ahora estaba en el cenit, sucaba cada centímetro de mi piel con sus suaves y cálidas caricias, que las hojas del sauce tamizaban y mecían.
Me dolía abrir los ojos, pues los tenía secos por la falta de todas las lágrimas que de ellos habían brotado en la última hora. Así que los cerré, haciendo expandirse a mis otros sentidos, como si me hubiese quedado ciega. Olía cada uno de los aromas que inundaban el ambiente: la frescura de la hierba, la tierra mojada por arrollo que fluía cantarinamente entre la oscuridad de los pinos, el olor de las agujas de estos, la resina, las plantas aromáticas, las flores, los arbustos, mi angustia, mi sufrimiento, mis anhelos... Mi gusto estaba totalmente contaminado por el olfato, experimentando cada uno de los aromas en mi boca, que sufría un placentero colapso de sabores que nunca antes había experimentado. Mi piel sentía cada vacilar de las briznas de hierba por efecto del aire, cada oscilación en las hojas de las margaritas a causa del peso de un insecto, casa leve cambio en la dirección del viento, cada lujuriosa caricia de los rayos del sol, que se desprendían de su padre convirtiendose ahora en mi consuelo y mi martirio, por ser tan diferentes a mi propia esencia y torturarme con ello.
Pero el que en realidad experimentaba un éxtasis era mi oido. Era capaz de escuchar la hierba quebrándose, los roedores pisoteandola entre las sombras, los trinos de los pájaros, el agua cantando mientras fluía, el viento silbando entre los árboles y en lo alto de la serranía cercana, el sonido de la sangre agolpándose en mis sienes, el latido mi corazón... Era capaz de hacerme una imagen del mundo que me rodeaba. Pero, poco a poco, mis pensamientos consiguieron escapar del cerco en que los había recluido, invadiendome de nuevo.
Entonces fue cuandola situación fue insoportable: las sensaciones (tanto buenas como malas) me bombardeaban desde fuera, desde dentro, desde ninguna parte, obligandome a recordar que estoy viva, que recuerdo, que busco, que huyo... Y sólo pude desear salir. Y lo hice. Me desdoblé, salí de mi cuerpo, lo dejé atrás, respirando, mientras mi alma, mi ser, mi esencia surcaba el universo huyendo de mi propio soporte material, pues mi mente expandida era capaz de soportar mejor todas y cada una de las sensaciones.
Repentinamente sentí como tiraban de mí. Intenté evairme de ese tirón que ponía fonteras a mi recién recuperada libertad. Creí que era mi cuerpo, e intenté luchar, pero aquel tirón era demasiado fuerte, pues provenía de una parte desconcida de mi alma. No me dejé llevar, pero fue como si lo hubiese hecho, pues cada girón de la masa informe de suave neblina de existencia qué era ahora iba alegremente, casi desesperadamente, al encuentro de aquella misteriosa llamada.
Me obligó a bajar, a descender hacia el mundo materia, a ver todas las esencias atrapadas en sus cuerpo de carne, de tierra de olvido, como la llamaron los cátaros. Eran figuras en movimiento, sin rostro, sin más sentido que albergar el alma hasta que llegara madura al final de la existencia. Desde ese punto de vista no había países, no había diferencias, solo diversidad, una diversidad de almas encerradas en una diversidad de cuerpos, pero el envoltorio no tenía sentido. Solo el alma, un alma que buscaba desesperada a otra con la que compartir su vida, y que compartiera su vida, y más tarde su eternidad, sin importar nada más,y menos aun su soporte.
Fue entonces cuando me di cuenta del origen de la llamada. Su esencia se transparentada a través de su cuerpo carnal, como si esta estuviese intentando abandonarlo. Y lo hizo cuando este se acostó y durmió. Era él, aquel desconocido al que, sin embargo, conocía mejor de lo que me conocía a mi misma No me había llamado él, al menos no sólo él, pues yo también lo había llamado.
Simplemente viendo el "color" de nuestras almas se podía adivinar que estabamos hehos el uno para el otro, pues cambiaban, vibraban cada vez que nos acercamos.
Ambos recorrimos el extraño camino que nos separaba, abrazándonos y fundiendo nuestras esencias, que ya se conocían. Hablamos sin necesidad de palabras, ni de gestos, simplemente hablamos con el puro sielencio de nuestra hermandad, de nuestro amor.
Me sentí nueva, realizada, y sentí como el también se sentía igual. Todo era perfecto, por fin era yo, por fin pude encontrarme en la otra persona, completándonos mutuamente, sintiendonos a la vez juntos y separados, sintiendo que ya no había nada, ni tiempo, ni espacio, ni realidad, solo la Nada... y nosotros.
Pero entonces un nuevo tirón me separó de él. A este mi esencia si que reacionó mal. Intentando por activa y por pasiva mantenerme junto a él, fundirme a su propia esencia aun a riesgo de perder mi existencia, y el intentaba hacer lo mismo.
Entonces regresé a mi cuerpo y me levanté bruscamente, sobresaltada. me di cuenta de que no era el sol el que acariciaba mi cuerpo, sino que era una dama de ojos de niebla, sonrisa de plata y una cara enmarcada en unos cabellos de luz blanca. La Luna era ahora quien me acariciaba, pero de manera maternal, a través de toda la tierra bajo sus dominios, mientras el sauce se mecía suavemente dando honor a su nombre, pues parecía llorar sus hojas bañadas por la Dama Blanca. Me levanté con mi cuerpo entumecido por la falta de movimiento y el frío, causado por el rocío y por la humedad de la pequeña rivera. Llegué dando tumbos a la casa de mi abuela, que me esperaba nerviosa en el umbral de la puerta. Respiró tranquila al verme:
- ¿Dónde has estado? ¿Estás bien?
- Tranquila abuela -le di un beso en la frente y, soprendentemente, un par de hoyuelos aparecieron junto con su sonrisa en su cara surcada de profundas arrugas. Entones me recordó a la luna que me había acompañado esa noche, con su cara arrugada, con su clara y amorosa sonrisa, y su cabello enmarcado de blanquísimas canas-. Me quedé dormida en el claro del sauce.

Ella me miró, y misteriosamente pareció compender que no me había dormido y que tenía más motivos que nunca para vivir y ser feliz. Ahora lo tenía claro. Recorrería el mundo hasta encontrar a mi alma gemela, porque sabía que existía, que me esperaba, que no era feliz, y que toda una vida buscando era un precio muy bajo en comparación con la felicidad del amor correspondido."


Bueno, al final no ha quedado demasiado mal. Me voy, pero antes, daros las gracias de nuevo y mandaros a todos un abrazo. Se despide:

DCAC

3 comentarios:

  1. Sencillamente... me encanta. No puedo decir nada más que esté a la altura de tu relato. Brillante.

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  2. me gusta lo que has escrito, aunque hay partes que no se, me cuesta comprender xD
    gracias por leerme! ^^
    te sigo vale? :)

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  3. Perdón por tardar tanto, pero fui a Toluca y aproveché para alejarme del mundo, según yo, con la intención de calmar la mente... Pero la verdad no funcionó... Muchas gracias por hacerme publicidad... Lo raro es que yo en el blog que escribí hace rato, acababa de hacer lo mismo... Jajajaja...

    Pero bueno... Increible el relato... si pudiera darse puntos... Yo daría un 10...

    Saludos hermano, sigue así... Me hizo pensar demasiado esta entrada... Me hace volver a tomar fuerzas... Pensando que puedo encontrar a una chava que sea la indicada y yo sea su alma gemela... Aunque será difícil con mi exnovia en mi corazón y mente...

    Saludos!!!

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