Buceadores en mi mare tenebrosum

jueves, 27 de agosto de 2009

Artes escénicas

De nuevo pido disculpas por tardar tanto en escribir, pero me estaba recuperado de la emoción del teatro. Si, otra vez os voy a dar la vara con el teatro.
Por estas fechas suele venir siempre una amiga de la infancia de mi madre que vive en Pamplona, así que, como no, vino al cumple. Es una persona muy alegre y simpática y desde niño le tengo mucho cariño.
Pues bueno, cuando llegó me dijo: "Voy al concierto de Soraya, ¿te vienes? Por lo visto aun quedan muchas entradas por vender". Tras pensármelo muchísimo (como buen heredero de la indecisión de mi madre) acepté ir. Era en un pueblo más o menos cerca. También invitó a mi prima, así que nos fuimos los tres, la madre de la pamplonica de adopción (que tenía curiosidad por ver a la cantante) y la madre de mi amigo Khalo.
El concierto no estuve nada mal. Hubo un problema con los horarios, pues en unos carteles ponía que el concierto comenzaba a las 23:30 y en otros que a las 00:00, así que decidieron empezarlo a las 00:05 (como siempre, cinco minutos de cortesía).
La chica estuvo fantástica. Empezó con un traje cortísimo de cuero y transparencias y unas botas de tacón alto. Muy parecido al estilismo de Madonna, en la que se nota que se inspira mucho en sus espectáculos. Luego se puso un vestido corto cubierto enteramente de flecos plateados y por último una especie de bañador rosa.
Pero, a pesar de que estuve en tercera fila ante el escenario más o menos, se me olvidó la cámara, así que no puedo eseñaros fotos.
Cantó como un ángel, bailó como una ninfa y dio un espectáculo digno de Baco. Con ese vozarrón que tiene es capaz de detener el tiempo. A mi, por lo menos, me encanta. Y hizo con esto un gran homenaje a las artes escénicas.
Bueno, el concierto terminó, así que me quedé en casa de mis abuelos, que estaba más cerca del lugar de la actuación que mi casa. A la mañana siguiente mi madre me fue a buscar, para que pudiera descansar para estar fresco para esa noche, pues iba a ir al teatro. Y no a cualquier teatro.
Mi tía (prima hermana de mi padre), la actriz, la que me llevó a Alcántara, me ofreció ir con ella, con su hermano y con la mujer y los hijos de este (osease, mi prima y mis tíos) a ir a un teatro muy especial, a uno al que los anteriores llevan yendo varios años, pero en el cual yo sería novato: el Teatro Romano de Mérida. Estaba exultante de felicidad, pues no sólo iba a ver por primera vez ese escenario mágico (a pesar de que vivo a 2 horas de Mérida, sólo he ido al museo, porque el trabajo de mi padre no le deja mucho tiempo para viajes), además iba a presenciar una de mis cinco obras de teatro favoritas : Medea, de Eurípides (las otras son Soliloquio de grillos de Juan Copete, Romeo y Julieta y Sueño de una noche de verano de William Shakespeare y Don Juan Tenorio de José Zorrilla). Y no una Medea cualquiera, una interpretada por la genial Blanca Portillo, que para mí siempre será Carlota en la serie 7 vidas, a pesar de que no la recuerdo bien porque me cogió muy pequeño. También la he visto trabajando en Volver de Almodovar, como Agustina, la vecina de la tía de Raimunda, personaje que interpreta Penélope Cruz. Hace un trabajo soberbio.





















Llegamos a Emerita Augusta y aparcamos en una calle cercana. Llegamos al teatro y me quedé maravillado. No se si os he comentado alguna vez que me gusta el arte (:b). Aquí os dejo una foto del teatro, encontrado a principios del siglo pasado en unas excavaciones:








Este teatro, con capacidad para 3000 personas, acoge cada año el festival de teatro más importante de Extremadura y uno de los más importantes de España. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993 (anda mira, el año en que yo nací).
Y si hay una obra que dice más que ninguna en este festival es Medea. La versión que hizo Séneca de este mito fue la primera obra que se escenificó allí, en 1933. También lo hizo en 1934, pero debido a la inestabilidad política en que estaba sumida España, el festival tuvo que suspenderse. Fue dirigida por Miguel de Unamuno e interpretada por la musa de Lorca: Margarita Xirgu (a la cual le han erigido una estatua en una de las salidas del teatro para conmemorarla). Aquí os dejo unas fotos de la actriz: una caracterizada de Medea y un retrato suyo.
Otro caso que hay que destacar cuando se habla de Medea en Mérida es el de la actriz Nuria Espert, que se ha consagrado como la verdadera Medea emeritense por tres soberbias versiones que ha hecho de la gran hechicera. la ha interpretado con 24, 44 y con 65 años (esta en 2001), y, según los críticos, su interpretación del personaje parece haber madurado con ella. Tras esta última interpretación, aseguró dejar de interpretar Medea, y durante el homenaje que se hizo en Mérida a Margrita Xirgu como Medea el año pasado en verano, interpretó uno de los monólogo y dio el relevo a Blanca Portillo. Aquí van unas fotos: Nuria Espert, la actriz en las tres versiones de Medea, la actriz en el homenaje a Margarita Xirgu y, por último, una foto con Blanca Portillo ante una lámina de Xirgu.















































Pues bien, Blanca Portillo, es una digna sucesora. Nos sentamos bastante arriba, en la segunda fila desde el gallinero. Pero por lo menos estuvimos sentado en un extremo, al costado del escenario, así que cuano se acercaban lo suficicente podríamos ver bien las caras.
La obra empieza con Blanca bajando por las gradas con un abrigo, un pañuelo en la cabeza y una maleta, como una exiliada de la guerra. Después baja al escenario y aparecen de las puertas unos periodistar persiguiendola. Ese es el principio de una obra dirigida por el esloveno Tomaz Padur, una obra mágica, con música de acordeón y canto en directo. Es una obra que mezcla objetos y situaciones actuales con el texto y la situación histórica que narra Eurípides y elementos del folklore de Europa del Este. Es una historia a dos tiempos, en que Medea recuerda lo que pasó el día en que mató a sus hijos, como si su recuerdo hubiese sido encadenado a la tierra en el momento en que cometió un crimen que fue capaz de extremecer a toda Grecia.
Como narradores actuan la propia Medea, la nodriza (la gran Julieta Serrano) y un centauro (Asier Etxeandia), este último actuando cuando los demás están fuera de escena y siendo asesinado varias veces durante la obra por una ano invisible. En mi opinión, este centauro representa la verdad. En mi opinión, estos tres últimos actores fueron los que mejor lo hicieron. Los emotivos diálogos y monólogos de Julieta Serrano, con su voz inundada siempre por los sentimientos de ira, dolor y compasión (por separados o juntos). Asier, en su papel de centauro, empieza con sus pies dentro de un cuerpo de caballo, es decir, un centauro en toda regla. pero después sale de ellos y empieza a andar como lo haría un caballo, y de vez en cuando bufa o relincha mientras habla, tal y como lo haría este animal. Su manipulación de su voz, sus facciones y su dominio del escenario hacen de el un actor soberbio, al menos en esta obra. En cuanto a Blanca, ¿que se puede decir que no se haya dicho? Es aparecer en el escenario y puede hacer lo que quiera con la mente del público: si quiere pasar desapercibida, parece pequeña, pero, sino quiere hacerlo, parece que el escenario es una prolongación de su vestido, pues parece impregnado con la pigmentación de la bonita gasa negra, blanca o roja que lleva. Su voz es perfectamente concordante con el texto, y le da unos matices que te ponen los pelos de punta, o hace que se te llenen los ojosde lágrimas (como me pasó mas de una vez, tanto con ella como con Juieta, Asier y una vez con Alberto Jiménez, que interpreta a Jasón). Consiguió hacer a una Medea humana y deshecha por el dolor, que protagoniza una obra cuyor elementos invitan a sentir en vez de a pensar. En resumen, una orgía de arte con un ballet de hombres y un coro que desemboca todo junto en una orgía de arte y sentimientos que han hecho que mi corazón y mi mente se expandan hasta límites desconocidos para mí. No sigo por si alguien tiene la oportunidad de verla en Mérida o en la gira que (supongo) harán por los teatros españoles. Ahívan fotos de Blanca encarnando a Medea, de Asier Etxeandia, Julieta Serrano y Alberto Jiménez.








Para mi, Medea es muy especial. Parece mentira que una mujer que matara a sus hijos me guste, pero la adoro, y espero que no me entendais mal. Es una mujer muy fuerte, que está dispuesta a hacer lo que sea por llevar a cabo su venganza. Es la pimera feminista, y lo que hace con sus hijos, aunque cruel, es una muestra de lo que puede hacer una mente desesperada y enagenada en una voluntad de hierro. Tenía miedo de llevarselos con ella y que murieran de hambre, y de dejarlos en Corinto y que sus enemigos los dañaran más aun, así que su retorcida moral solo encuentra esa manera de "protegrlos", pues se cree con el poder de quitarles la vida que ella les dio. Medea es la mujer que lo pierde todo por amor, y que un hombre ambicioso avandona para conseguir más poder que el que ella podía proporcionarle, así que la repudia, como si fuese un objeto, como que es una mujer en una Grecia misógina y machista. Pero ella no es una mujer sumisa. Es una mujer capaz de luchar por lo que quiere y siente, y que no tiene escrúpulos. Me resulta admirable por un lado, temible por otro y odiosa por un tercero. Además, le cogí cariño gracias a un relato que escribí de una actriz española londinense de adopción que interpretaba esta obra (disculpadme que no lo publique, pero lo he hecho en el blog del taller de literatura y creatividad, y no quiero que nadie me siga la pista). Si teneis la oportunidad, leed la obra; además es muy corta.
Siento no haber escrito hasta ahora, pero estaba en un estado alterado de conciencia que me provocó en teatro.
Gracias a los que me habéis apoyado con mi relato, me han emocionado mucho vuestros comentarios
Si necesitais algo (y esto va por todos) no dudeis en avisarme. Un beso y un abrazo de vuestro amigo:
DCAC

sábado, 22 de agosto de 2009

Tercera parte de mi absurdo relato

Siento haber tardado tanto en escribir. A pesar de que llegué el domingo, no he tenido ni tiempo ni ganas de escribir. Por un lado, he estado leyendo todas las entradas que se han publicado en los blogs que sigo. Y por otro, una pequeña turbulencia (espero que para bien) algo inesperada en mi círculo. Digo algo porque me esperaba lo que iba a pasar, pero no esperaba que ocurriese tan pronto. Lo siento, pero hasta aquí puedo leer en este caso, pues al no ser mi vida no tengo poder para hablar de ello, y tratándose de mis amigos les debo fidelidad. Espero que lo comprendáis.
Vamos al grano. He abandonado a mi querida Amelia durante demasiado tiempo. Vamos con su historia.
Como siempre, estoy improvisando, así que disculpad mi falta de profesionalidad, de planificación y mi gramática agreste, entre otras trabas. Vamos a ello:


"-Amelia, la historia de mi familia se remonta a tiempos que la memoria no es capaz de atisbar y, a pesar de eso, la sabiduría ancestral se ha mantenido intacta con el paso de los años. ¿Sabes por qué se llama así Dana?
De nuevo la pregunta sobre aquel animal. Ella nos seguía mirando con sus ojos color de oro viejo y su pelaje de intenso color gris ceniza.
Intenté buscar ese nombre entre los cientos que había estudiado. Mi abuela, con sus historias de las costumbres, las raíces, y su carrera de antropología, que siempre ha sido para ella el estudio de por qué somos como somos y nos hemos convertido en esto, me pegó le gusanillo de la historia. Así que estudié historia. De hecho, ese era mi último año. Había aprovechado el puente del primero de mayo para ir a ver a mi abuela.
Repasé por segunda, por tercera vez los nombres de personajes históricos de todas las épocas buscando ese nombre.
Mi abuela negó con la cabeza.
-Es inútil que busques en la historia querida. Es demasiado fría. Busca en la religión.
Aquellas palabras me desconcertaron, no porque mi me sorprendiese que mi abuela se colase en mi mente cada vez que le viniese en gana, sino por el hecho de que me dijese que buscara en la religión. Mi abuela era una atea confirmada. Se había casado con mi abuelo por el juzgado porque le parecía hipócrita hacerlo por la iglesia, y había estado feliz de que mi padre fuese ortodoxo y mi madre católica para no tener que acudir a una ceremonia en un templo, sino una en un juzgado. ¿A qué venía eso ahora? Repasé los nombres de dioses y diosas, héroes y heroínas y santos y santas de las religiones y mitologías más mayoritarias: catolicismo, protestantismo, islamismo, judaísmo, budismo, hinduísmo, la cultura griega, egipcia, lo poco que recordaba de la nórdica... Pero nada.
-No mi niña, ¿de dónde soy yo? -dijo con el mismo tono dulce y maternal con el que me hablaba cuando tenía cinco años y estaba haciendo algo mal.
La miré desconcertada. ¿Escocia? Por dios, no tenía ni idea de que religión se desarrollaba en escocia además del protestantismo.
-Vamos a dar un paseo -dijo mirando mi cara cada vez más confusa y ansiosa-. Te vendrá bien sentarte junto al estanque. Se te ampliará la mente.
La miré de nuevo impresionada. ¿También sabía lo del agua? Aquello era cada vez más grande, casi tanto como mi dolor de cabeza.
La seguí presurosa por el resto de la casa hasta que salimos por la cristalera del salón que daba al jardín trasero de esa enorme finca. Era increíble que a su edad anduviese con tal diligencia y velocidad, pues casi me era imposible seguirla. Pero tal vez se debiese al cansancio que tenía.
Llegamos al lado del estanque, donde había un banco de madera que mi abuela había colocado hacía un año. Era mi lugar favorito para leer. Y antes de descubrir el sauce, mi lugar favorito para pensar. Entonces me dí cuenta de que parecía haber pasado una eternidad desde el acontecimiento del desdoble bajo el árbol, pero que aun no habían pasado ni tan siquiera 24 horas. Entonces lo comprendí: desde que pasó aquello ya no era la misma.
Mi abuela ignoró en banco y se sentó en el borde del estanque, acariciando con sus dedos la fría superficie del agua y los bonitos nenúfares que tenía sembrados.
Me senté a su lado, procurando no surgiéndome nuevas dudas que sólo la mujer de la mirada de zafiro que había frente a mí podría responder.
Dana nos había seguido hasta la calle y saltó sobre las rodillas de mi abuela. Esta se puso a acariciarle mecánicamente el lomo y a rascarle la cabeza. Por fin mi abuela empezó a hablar:
-En Irlanda y en la isla de Man la llaman Dana, en mi tierra, Escocia, la llaman Donu, los galeses y los britanos la conocen como Dôn, pero la diosa madre es la diosa madre. Otros la conocen como Danann, Ana, o incluso se dice que Brigit y ella son la misma. Elegí el nombre irlandés en honor a tu abuelo.
La miré impresionada. ¿Que tenía que ver la diosa madre celta? ¿Que tenía que ver la madre de los dioses benignos del panteón celta, los Tuatha de Danann?
Los celtas eran una cultura hermética y desconocida, por el secretismo de su culto por un lado y por las quemas de materiales por parte de los romanos y más tarde los cristianos. ¿Que era lo que tenía que decirme de ellos mi abuela?
-Dana es famosa por sus hijos, pero ella es más antigua aun. Está presente desde la cultura primigenia como la madre y creadora del mundo. Y está presente en nuestra familia como nuestra protectora, y es nuestro deber que su culto no se pierda.
La miré con los ojos abiertos como platos. ¿Me esta diciendo...? Ni siquiera sabía lo que estaba diciendo. Debía ser una broma. Si, seguro que era eso.
-No es una broma querida -dijo mirándome, adivinando mis pensamientos.
La miré impasible, no sabía si por el enfado o por el shock.
-Desde hace siglos (no se cuantos) nuestra familia ha tenido la misión de ser las sacerdotisas de la diosa allá en las tierras de Irlanda, Inglaterra o Escocia. No se si te has fijado, pero no hay varones en nuestra familia.
Entonces me puse a pensarlo por inercia. Mi madre era hija única, pero mi abuela sólo tenía hermanas, y éstas, sólo hijas y nietas. Ni un sólo varón a parte de sus maridos y padres. Pero eso no tiene nada que ver, pensé. Hay personas o familias que por genética tienen más probabilidades de tener hijos de un determinado sexo, o simplemente puede ser casualidad. Más mi abuela dio otro dato:
-Mi madre sólo tenía hermanas, y eran once. Y su madre tenía 8 hermanas y ni un sólo hermano, ni siquiera un sólo varón había muerto de niño ni durante el parto, y su abuela tenía 10 hijas, tampoco había varones, y su bisabuela 12 hijas y ningún hijo, y si quieres puedo continuar así.
Ya no sabía que me sorprendía más, si la predisposición genética hacia el sexo femenino o el que mi abuela recordase el sexo y el número de hijos de su tatarabuela, y es más, fuera capaz de seguir. Eso tenía que ser una broma, tenía que estar inventándoselo.
-Sabes que nunca te he mentido, mi niña, ni cuando con cuatro años me preguntaste de donde venían los niños.
No pude evitar sonreír ante aquella alusión, pues recordé lo natural que me fue aceptarlo, y el enfado que se cogió mi padre con mi abuela por habérmelo contado cuando era tan pequeña.
-¿Crees que te mentiría ahora con esta historia? ¿Crees que si fuera un cuento no hubiera sido más lógico que te lo hubiese contado desde niña?
Abrí la boa, pero la cerré por la falta de palabras. En mi mente sólo habían dos posibilidades: creerla o mandarla a la mejor residencia de España para que le tratasen la demencia senil. Pero de nuevo leyó mi mente.
-No mi niña -dijo riéndose con sus habituales y cantarinas risas, que se escuchaban desde lejos y recordaban al tañido de una campana-. No estoy loca. Es posible que con esto te resulte más fácil de creer.
Al lado del estanque había una rama cortada de la altura de mi abuela, que ella usaba para inspeccionar el estado de las ramas de los árboles y como cayado para cuando salía a andar. Ella se levantó y la cogió. La levó en vertical hasta que el báculo estuvo separado del suelo unos diez centímetros, y entonces cerró los ojos, y su cara tomó una expresión mezcla de paz y concentración. Tras unos diez o quince segundos de concentración y sin previo aviso, abrió los ojos y golpeó el suelo con el cayado.
No sé que esperaba que pasase, pero no pasó nada, lo que me quedó por un lado decepcionada por no poder creer a mi abuela, y por otro asustada y apenada por su salud mental.
Pero mi abuela me sonrió y miró hacia arriba, hacia las ramas del peral que había plantado al lado del estanque. Allí, una pequeña culebrilla se dejó caer en su hombro desde la escasa altura del árbol.
Algo extraño de mi es que nunca he temido a las serpientes. Es más, siempre han sido animales que me han impresionado, y mi deseo cuando tuviese casa propia era comprar una serpiente (ahora no podía hacerlo, ya que mi madre les tenía pavor). Pero, a pesar de no tenerles miedo, me levanté y retrocedí, alarmada por su extraño comportamiento y por la actitud de mi abuela, que estaba acariciando la cabeza del reptil con una tierna sonrisa, mientras que la serpiente solo se dejaba hacer, mientras enroscaba la cola en su brazo.
Miré a mi alrededor, buscando algún otro elemento que me mostrara que era un sueño, pues todo eso no tenía ni pies ni cabeza.
Cuando mis ojos miraron al sitio donde había estado sentada me alegré de haberme levantado. Una víbora hocicuda pasaba por ese mismo sitio, en dirección a mi abuela.
Desde niña mi abuela me había advertido contra ese reptil, pues era venenoso, y era el único animal que viviese en la finca de mi abuela al que temía.
Por fin hablé después de un largo silencio, intentando gritar, pero de mi boca solo salio un sonido ronco, y se pudieron adivinar en mi voz quedada las palabras:
-¡Abuela, cuidado, una víbora!
Mi abuela, que tenía la pierna al aire (que por cierto, era atlética, curtida y firme, y que parecía pertenecer a otra persona que no fuese tan mayor y tuviese la cara tan arrugada como mi abuela), pues llevaba unos pantalones cortos, al lado del pozo, al alcance del animal.
Pero mi abuela reaccionó de una manera que me quedó petrificada. Mi abuela se dio la vuelta tranquilamente y puso su mano en el borde del estanque, esperando al reptil.
Sentí miedo por ella, las picaduras de víboras eran dolorosas y en ocasiones muy graves, y mi abuela no era precisamente joven, a pesar de tener una salud de hierro.
Pero lo que pasó me hizo abrir los ojos como platos. El animal simplemente trepó por los dedos de mi abuela, se enredó en sus brazos y pasó por detrás de su cuello, reposando su cabeza al lado de la primera para que mi abuela también la acariciara.
Estaba impresionada, eran demasiadas emociones para un día. Pero, aun ahí, tuve la suficiente rapidez para saltar cuando algo acarició mi pie. Una tercera serpiente pasó por mi lado y trepó al brazo de mi abuela subiendo por el callado.
Al cabo de un minuto, en el que permanecí totalmente quieta, nerviosa, casi en shock, unas diez o doce serpiente más se había acercado a mi abuela, y estaban sobre sus hombros o enroscadas en sus brazos o su cayado.
En ese momento, mi abuela parecía una de esas hechiceras que aparecen en los cuentos de hadas (salvo por sus mayas negras por la rodilla y su camisa de lino al estilo ibicenco): su cara afable pero sabia, su clara mirada inteligente y vivaz, su pelo blanco como la escarcha, como la luz de la luna, su báculo de madera, su cuerpo cubierto de serpientes, el felino que estaba regiamente a su lado, ignorando las apetecibles serpientes, que se enroscaban como para adorar a su reina; la vegetación a su alrededor...
Entonces mi abuela alzó un poco el cayado, haciéndole despertar del leve trance en que mi desbordado cerebro me había sumido. Lo hizo lentamente, y repitió el movimiento con la misma lentitud, haciendo de nuevo contacto entre el palo y el suelo. Las serpientes comenzaron nuevamente a moverse y abandonaron a mi abuela, todas menos la víbora, que se mantuvo impasible junto a su cuello.
Mi abuela se giró un cuarto de vuelta hasta quedarse mirándome a los ojos, y comenzó a acercarse hacia mí con una cara que reflejaba un infinito amor.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, dejó el cayado en la pared del pozo, cogió mis manos, las único, y las encerró entre las suyas. Súbitamente, una sensación de paz como nunca había sentido me embargó. Ni tan siquiera me inmuté cuando la víbora se descolgó del hombro de mi abuela, serpenteando por su brazo hasta llegar a nuestras manos, en las cuales se enlazó.
Se detuvo unos segundos y subió hasta mi cuello, donde descansó de la misma forma que lo había hecho en el de mi abuela. Ésta me soltó, y salí de ese embriagador estado de paz espiritual. Pero la serpiente permaneció impasible. Entonces tomé conciencia de lo que tenía en mi hombro y me asusté: tenía una serpiente venenosa a la altura de los vasos sanguíneos de mi cuello. Pero la mano de mi abuela acarició como si tal cosa la cabeza del animal, que se frotó contra ella como si de Dana (la gatita) se tratase. La anciana tomó mi temblorosa mano y la llevó hasta la fría cabeza del reptil, guiándome a acariciarlo. Sorprendentemente, la víbora se frotó contra mi mano como antes lo había hecho contra la de mi abuela. Pero la mujer puso sus dedos delante del animal y éste, como comprendiendo una extraña orden que yo ni oí ni vi, subió al brazo de mi abuela , le pasó por el cuello y se descolgó por la otra mano hasta la pared del pozo, la cual recorrió hasta que se perdió entre la espesura de las planta que mi abuela tenía sembradas a su alrededor.
Ahora sabía que mi abuela no mentía.
-Mi niña, la diosa te ha elegido, te ha aceptado y te ha hecho el más grande de los regalos. Ahora sólo queda que decidas si quieres unirte o no a ella.
La miré, y supe que ahora me tocaba hablar a mi: era la hora de mis preguntas."


Sólo puedo decir lo siento. Siento haber tardado cuatro días en escribirlo, pero se me han juntado muchas cosas, en unos días os contaré en una entrada las interrupciones (crisis amicales, conciertos, cumpleaños, teatro). También siento que este "capítulo" sea tan largo y aburrido, intentaré hacer el próximo algo más entretenido.
Muchas gracias por leerme, sois los mejores. Un besazo y un abrazo a todos de vuestro amigo:
DCAC

jueves, 13 de agosto de 2009

Embrujado por "El Brujo"

Creo que ya sabéis más que de sobra que adoro el teatro. Lo que no sabes es de donde soy.Es hora de empezar a concretar más datos personales: soy extremeño (y a mucha honra).
Y os preguntareis: ¿que tienen que ver el teatro y que seas extremeño? Pues vereis, el lunes fui al Festival de Teatro Clásico de Alcántara.
Siendo francos, era el primer año que iba. Pero estoy dispuesto a repetir con gusto. Quedé total y perdidamente deslumbrado por el recinto. Y cuando Rafael Álvarez "El Brujo" empezó a actuar quedé total y perdidamente emocionado.
Pero vamos por partes.
Para quien no lo conozca, Rafael Álvarez "El Brujo" es un actor cordobés que ha hecho múltiples trabajos para cine, teatro y televisión. Ha recibido numerosos galardones por su larga trayectoria artística, como por ejemplo la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, máximo galardón que concede el Ministerio de Cultura.
Pero sé que esto no os dice nada. Y es posible que lo que diga ahora tampoco, pero a mi últimamente me vale más el sentimiento que la descripción objetiva.
La primera vez que vi actuar a ese señor fue en mi pueblo hace casi dos años. Lo vi con su espectáculo "Una noche con El Brujo". Y me quedé total y absolutamente maravillado. Era hipnótico ver como se movía por el escenario, como las palabras se sucedían en su boca de manera demasiado natural, ver como incluso improvisaba, como cambiaba de expesión, escuchar sus cambios de voz, de tono, de registro. Era tan natural y a la vez tan trabajado.
Esa cominación entre lo cómico y lo serio, esa manera de hilar temas sin que el espectador se diese cuenta... Es indescriptible.
Pues hace como un mes, mi tía, aquella de la que os hablé enmi entrada "El gran teatro del mundo" porque me daba clases de teatro, me ofreció ir con ella a ver al actor a Alcántara con su espectáculo "El Evangelio de San Juan". Ni tan siquiera pensé la respuesta. Mi "sí" fue rotundo y no me arrepiento.
Empezaré por describir el entorno, así que poneos en situación: las once de la noche, sentado en un anfiteatro de piedra. Delante de mi, un enorme convento con una parte octogonal de estilo románico tardío y un claustro renacentista, que es la primera pared del escenario, el cual tiene en escena un mobiliario blanco, compuesto por cuatro sillas, un soporte con un cetro, ua mesa con papiros encima y cinco quemadores de incienso en forma de braseros con una llama encima. Tras las gradas, unos enormes árboels plantados en semicírculo.
La obra, El Evanglio de San Juan, cargada se sentimiento y humor, de seriedad y desenfado, me quedó sin habla. La música en directo era sorprendente. Pero, de nuevo, fue su voz lo que más me impresionó. Hubo un momento en que cambió de una voz que imitaba la de una mujer a una voz masculina y profunda. El teatro al completo se quedó en suspensión. Tras esto, casi al final de la obra, continuó hablando a gritos en un parlamento que rozaba la prosa poética.
Es una obra íntima que versa sobre los misterios que encierra la simbología del evangelio, la simbología de los astros, el paganismo y la influencia de la simboloigía en nuestros días. Y, aunque os parezca extraño, con un toque de comedia. Una maravillosa obra de más de dos horas que me supo a poco y me quedó fascinado.
Esa noche de nuevo regresaron los sueños extraños. Esta vez, estaba en Londres, alojándome en el mismo hotel en el que me alojé la vez pasada. Y no sé por que (pero esto no es raro en mis sueños), estaba en el rodaje de Harry Potter.
Entonces monté en una eseepcie de ascensor-tren. Había en medio del vagón una especie de planta tropical qe tenía varios enormes y alargados ramillets de flores de petunia de colores clanco, moradooscuro y naranja butano.
En el vagón, además de mi hermana de seis años y yo, había algunos chicos, que supongo que eran actores, ya que llevaban túnicas. Había en el vagón una chica que no tenía nada de especial: era de mi edad, extremadamente delgada, casi tan alta como yo (mido 1.85), pelo rbio conreflejos platino, largo, con un flequillo cortado recto a la altura de las cejas para tapar su amplísima frente, ojos castaños, no especialmente guapa. Pero, sin razón, empecé a hacer algo que no había hecho en mi vida, empecé a hablar y flirtear con ella. No me dijo su nombre, pero quedamos en el bar del hotel, pues se alojaba en el mismo que yo. Entonces, un repentino ataque de sed me despertó, y no consegí volver a dormirme, a pesar de ser las 6 de la mañana y haberme acostado a las 4. Me reí de mi mismo al acordarme de mi imagen ligando. Es patético. No lo hecho despierto y dormido me pongo a acerlo con total naturalidad. Me da hasta vergüenza contarlo. Porque sois vosotros, que si no... Reconozco que no es raro que pida o me pidan matrimonio o compromiso en sueños, pero esto es nuevo.
Mañana me voy de vacaciones, pero sólo durante tres días. Me voy a Nazaret, Portugal, con mis padres y sus amigos. No me apetece nada, pero el año pasado no fui, y mis padres me pidieron que fuera. Hice el sacrificio.
Antes de despedirme quiero recomendar un blog recien salido del horno, el blog de Mandy. Con un estilo fresco, desenfadado y que destila covicción.
Un beso y un abrazo. Gracias a todos los que me leéis y/o me apoyáis día a día.
Un beso a todos vosotros, espero leeros pronto:
Un abrazo de vuestro amigo:
DCAC

viernes, 7 de agosto de 2009

El hombre de las mil caras

Hacía ya mucho que no hablaba acerca de los detalles de mi persona. Si, ya se que he hablado mucho acerca de mi, pero llevo sin hablar profundamente de como soy desde la entrada "Soy adicto al Sexo... en Nueva York" publicada el 19 de junio. Antes solía publicar más entradas de este tipo, pero, desde que la depre llegó... Bueno, creo que podéis imagináoslo. Pero quiero volver a mi orígenes, y que comprendáis el por qué me tomo las cosas de la forma que lo hago.
En esta entrada voy a hablaros de un aspecto de mi personalidad que creo que he comentado en alguna que otra entrada: soy un actor. O al menos un aprendiz de actor. Mi escenario, la vida; mi guión, mi intuición; mi maquillage, mi cambiante cara; mi lugar fuera de escena, este blog.
Me imagino lo que estaréis pesando: que soy un falso. Pero no conocéis toda la historia.
Desde niño siempre fui muy inocente, y también criado entre adultos, y, por lo tanto, más maduro de lo que debería ser un niño. Y ya se sabe lo que le pasa a un niño inocente, maduro y sin malicia en un patio de recreo, que es el centro de las burlas, y además no se defiende de ellas. Así que tuve que remediarlo. Y lo hice con imaginación. Contando historias y mentiras que ahora me resultan estúpidas (tales como que tenía poderes mágicos) empecé a acercarme a los niños de mi edad. Y llegué así hasta cuarto o quinto de primaria, cuando empecé a salir con mis amigos.
Y cuando llega ese momento, siempre hay alguien en el grupo que tira más que los demás, hay que empezar a endurecerse para que no te arrastren con facilidad. En mi caso, en mi pandilla éramos tres o cuatro chicos y seis o siete chicas, y de chicos yo era el único que salía casi siempre, así que salía con las chicas: primera critica hacia mí; además (y con mucho esfuerzo) sacaba muy buenas notas: segunda crítica. Es por eso de que maduré antes de la cuenta (o mejor dicho, me obligué a madurar) por lo que ahora no me molesta que me insulten: los insultos y críticas que más te afectan son las de la adolescencia, y psicológicamente hablando yo la pasé a los 10, así que los insultos que más me han marcado son los de entonces.
Y cuando a una persona sensible e inocente, y que es llamado aguafiestas por madurar demasiado pronto, empiezan a atormentarlo o insultarlo, debe hallar la manera de hacer que todo deje de importarle, o al menos que a la gente le parezca que ha dejado de importarle. Fue también por aquella época cuando empecé a actuar como cotilla y confidente, cuando comencé a formarme como verdaderamente soy: debía comprender a mi interlocutor cuando me contaba algo, o interpretar su cara cuando le leía los labios desde lejos. Así que, si conocía sus expresiones, y podía imitarlas, apoyándome en las clases de teatro que recibía de niño. Fue entonces cuando empecé a actuar relativamente bien.
Y desde la calle no me ayudaba mucho. Éramos críos, y yo era un recién llegado, pues me mudé con 8 años más o menos, así que me costó adaptarme por mi personalidad, que empezaba a volverse tímida como producto de mi adaptación escolar, que creó un miedo al ridículo.
En mi calle me pasé mucho tiempo en el punto de mira, soportando enfados que provocaban que me dejasen de hablar durante meses.
Pero aguanté. Y eso me curtió.
No se cuando alcancé el grado de interpretación que tengo ahora, pero el caso es que un día me di cuenta de que cada persona tenía una imagen de mi diferente. Cuando se lo comenté a la psicóloga me dijo que eso se llamaba adaptación, pero yo creo que va un poco más allá.
En este momento, pongo la cara que necesito para cada ocasión. Ya dije una vez (creo que fue en una de las entradas "Por suerte, siempre me quedó el cine") que mi corazón está enclaustrado dentro de mí, así que es mi cerebro el que decide el sentimiento que mi cara debe mostrar.
Por la calle, una enorme sonrisa a la gente que conozco y una sonrisa tímida y cordial a la que no. En el instituto, la cara de persona tímida, estresada e irascible, pero simpática e inocente. Entre mi familia no me hace falta fingir, pero uso la cara de persona recta, racional, responsable e inalterable cuando tengo que discutir con ellos, y la sonrisa de indiferencia cuando he discutido con mis amigos o me ha disgustado algo y no quiero preocuparlos.
Pero con mi círculo es otra historia. Si hay veces que en instituto tengo que desplegar mis habilidades de confidente y de pseudo-psicólogo, en mi calle, donde vive mi círculo, que son de los que os he hablado antes, tengo que estar en alerta permanente. Soy lo que ellos han bautizado como "el amigo molde", pues me adapto a cualquier circunstancia: si ellos están mal, me pongo en plan amigo comprensivo, me obligo a mí mismo a olvidarme de mis problemas (o mejor dicho, obligo a mi cara a hacer como si no existiesen), poner cara de persona paciente y en paz consigo misma y pongo a trabajar mi mente para conseguir leer las suyas, incluso a través del msn.
Si están enfadados entre si, me toca hacer de mediador para que no se maten e intentar romper el hielo, y, si es necesario, hablar por ellos por separado. Si necesitan algunos de ellos hablar en privado, me toca hacer lo que sea para llevarme al resto y permitir que se queden un rato a solas. Si la han cagado uno con otro, me toca interceder a mi.
Estas situaciones son las negativas, en las que me toca interceder, porque, aunque no sea verbalmente, sus caras me llaman. Si, entonces soy "DCAC, DCAC, DCAC". Pero, cuando están bien, soy la cabeza de turco. Paso de llamarme "DCAC, DCAC, DCAC" para llamarme "Malo, Malo, Malo". Y vale que tengo un sentido de humor algo sarcástico, pero cada vez que digo algún comentario más fuerte que otro pido perdón. Si hago una broma pesada y molesta a alguien, pido perdón. Pero, si me hacen una broma pesada y me molesta, tengo que pedir perdón por haberme molestado. Si, sé que soy estúpido por hacerlo, pero, ya que está visto que la gente no tiene el más mínimo interés por preservar una amistad de años, alguien tiene que hacerlo.
Se que pensáis que soy un mártir, que me quejo sin motivos, que lo hago porque quiero, pero es que siempre he sido de los que se echan en la espalda toda la responsabilidad de aquello que hay a mi alrededor, confiando en la buena voluntad de alguien que se ofrezca a aligerarme el peso. Por desgracia, pocas veces aparece ese alguien.
Pero últimamente va a peor. Siento como me vigilan, me ponen a prueba. Les he descubierto que soy capaz de actuar y se muestran conmigo como si fuese un desconocido. Siento como si no confiasen en mi ahora, como si me recriminasen algo. Y eso que es cuando dejo de actuar es cuando menos les gusta como soy.
Cierto que soy egocéntrico, cierto que soy sarcástico, cierto que tal vez soy falso e hipócrita, pero creo que me merezco, por lo menos, un voto de confianza y un poco de paciencia después de lo que he tenido que tragar.
Pero he de aclarar algo, no son todos. No es justo para ellos ni para mi honestidad que los meta a todos en el mismo saco
Lo se, iba a empezar a hablar de como soy y he terminado desahogándome, pero no sabía que hacer. Cuando son los amigos los que fallan todo duele más, y no me queda más remedio que acudir a molestaros mientras me quito el maquillage de un largo día en la escena y me empiezo a preguntar a mi mismo: ¿quién soy? ¿Acaso me he perdido a mí mismo intentando adaptarme al mundo? ¿Me hecho a mi mismo o me han hecho a su medida? ¿Merezco su confianza? ¿La falsedad es parte de mi o acaso es como un tumor que he de extirpar?
La pantalla es como mi espejo. Ahora estoy son maquillage, mirándome a mí mismo, con mi patética cara descubierta, vulnerable, más desnudo de lo que nunca he estado en toda mi vida delante de nadie. Poco a poco he desnudado mi alma en este blog, y me he dado cuenta de que confío en vosotros más de lo que creía.
Ahora que me he propuesto huir del pozo, ahora que no soy capaz de llorar porque me escondido tantas veces las lágrimas dentro de mi que no las encuentro, necesitaba desesperadamente sacar lo que tengo dentro de mi.
Gracias por escucharme, y siento haberos molestado. Pero a menos, ahora ya conocéis toda la historia y podéis juzgarme libremente. No os lo reprocharé.
Sabéis donde estoy por si necesitáis algo. Cada vez que sea, cuando sea, cuantas veces haga falta, para lo que sea, si puedo ayudaros lo haré.
Un besazo y un abrazo de vuestro amigo:

DCAC