Buceadores en mi mare tenebrosum

viernes, 24 de julio de 2009

La segunda parte de mi absurdo relato

Pero antes, y como dice la mítica canción de mis admirados ABBA, I want to say thank you (Quiero dar las gracias). Gracias Caperucita, gracias Lucía, gracias Elena, gracias Gildardo, por apoyarme con mi entrada pasada, y gracias a todos y cada uno de vosotros que me apoyasteis con las anteriores: gracias Arual, gracias Sophie, gracias Agustín, gracias Mel, y gracias de nuevo a vosotros cuatro. También os doy las gracias a vosotros, personas anónimas que os solidarizais con mi causa u os interesais por mi.
A pesar de que sigo con una depre prestada, por lo menos estar en "la luz" la hace sostenible y me permite ponerle buena cara al mal tiempo (si es que se puede llamar mal tiempo al tsunami emocional que me arrolla a diario). Pero creo que es una cuestión de defensas bajas, así que se me pasará, como siempre, y lo hará más rápido si mis amigos alcanzan la normalidad en sus vidas cuanto antes. Es lo que tiene que tu vida privada sea tan minúscula, que sientes la necesidad de ayudar a los demás en tu tiempo libre, y, como veo los problemas de cara (literalmente) pues me preocupo. Pero bueno, no es mi vida, así que tengo que dejar de hablar de ello.
Así que voy a hacer la segunda parte de un reato que iba a empezar y a terminar en una entrada, pero, como me ha pasado más veces, la protagonisa me ha llamado y me ha recriminado que la hubiese avandonado a su suerte, así que me he visto en el deber de recogerla. Se que os parecerá estúpido esto que digo, pero es que mis personajes me persiguen cuando estoy pensando en cualquier cosa, o cuando estoy soñando, pues irrumpen en mi mente mostrándome como contiuará su historia. Yo simplemente soy como el Hada Madrina de Cenicienta, ayudo a que los deseos se hagan realidad para ayudar, en este caso, al amor verdadero. Vamos a ello, pero una advertencia, de nuevo estoy impovisando, así que perdón por la mala calidad.


"Aquel alma me besaba con cada fibra de su ser, que en ocasiones se confundía con el mío. Eramos dmasiado parecidos, demasiado iguales, demasiado perfectos, tal para cual. Su esencia se unió a la mía, íbamos a pasarnos así para siempre hasta que...
Dana me despertó saltando sobre mi. Sobresaltada, me incorporé de mi cama, sintiendo aterrada el peso de mi envoltura carnal. Aparté a la gatita tiernamente de mi lado y me levanté poniéndome unas chanclas de tiras de cuero que usaba para los verano (a pesar de que oficialmente el estío no llegaría hasta dentro de un mes y medio) en casa de mi abuela, y me acerqué a la ventana de mi habitación. Desde ahí contemplé el paisaje primaveral del bosquecillo de pinos, de las verdes praderas, de las pequeñas florecillas silvestres y del bonito jardín de mi abuela. Estoy de nuevo en la tierra. Ese pensamiento me hizo recordar el sueño del que acababa de despertarme, y la esperiencia bajo el sauce.
Ahora, bajo la luz de una clara mañana, bajo el influjo de una mente sobria de agonía, bajo la tutela de un alma cicatrizando de las heridas, me sentí dudar de todo.
Había sido sólo un sueño. Mierda. Me dije a mi misma, estúpida mil y una veces por permitir ilusionarme. Por suerte, la terapia de llanto y depresión del día anterior no dejaban a mis lágrimas escaparse de mis ojos, así que no tendría que escaparme de nuevo ese día para ir a llorar al claro sin preocuopar a mi abuela.
Pero aquel recuerdo del sueño seguía atacandome. Sentía cada caricia, cada beso, cada vez que nos confundíamos el uno con el otro... Por más que intentaba desterrar el recuerdo este´volvía a atormentarme.
Maldecí por lo bajo al amor por atreverse a atacarme.
-¿Que te he hecho? -pregunté mirando al cielo, hablandole a cualquier divinidad que me escuchase. Hasta ese momento no había creido en nada, o, mejor dicho, creía en todos los dioses que me presentaran, el caso era que alguno de ellos me oyese-. ¿En que he podido ofenderte? ¿O es que no estoy hecha para el amor? Entonces, ¿porqué me has dado un corazón? No lo quiero, llévatelo, si quieres hazlo conjuntamente con mi vida.
La única lágrima que me quedaba resvaló por mi mejilla, perdiéndose bajo mi barbilla. La sensación fría de la gotita de agua me despertó de mi oración sin nombre, y me di cuenta de que Dana estaba bajo mis piernas, frotándose contra ellas para atraer mi atención.
La cogí tiernamente y me senté en la mecedora para acariciarle el lomo. Ella ronroneó tiernamente y me acarició con su cabecita mi mano, como si intentara consolarme del mal que se cernía sobre mí. Entonces la achuché contra mi, sintiendo su suave pelaje gris contra mi cara, y, repentinamente, me sentí mejor.
De repente, un olor a té atravesó a través del biombo de mimbre que servía de separación entre mi habitación y el pasillo. de repente recordé que no comía desde hacía más de un día, desde el desayuno del día anterior, así que, sin soltar a la gatita, atravesé el pasillo hasta llegar a la cocina. Era una sala enorme, una cocina de aspecto antiguo con una enorme chimenea (que mi abuela llamaba "chimenea de matanza") presidiendo la pared más grande, que es la que estaba a la derecha de la puerta. Una encimera de marmol blaco más alta de lo normal y también más ancha hacía a cada uno de los costados de esta chimenea, y recorría todo el perímetro de la cocina, interrumpindose para dejar paso a la puerta. Bajo ella había unos enormes muebles de madera de nogal español, envejecidos con betún de judea, y cuyas puertas tenían en medio una aclta ventana de cristal cubierta por un visillo. Eran unos muebles tan grandes y había tantos para poder llenar la inmensa cocina, que no hacía falta que ningún mueble o estantería colgara de las paredes pintadas de amarillo claro, que estabam repletas de láminas de toda clase, desde fotografías de cuadros con bodegones hasta láminas en blanco y negro de una calle londinense de principios del siglo pasado, pasando por paisajes de todos los rincones del mundo o por láminas de flores.
Frente a pared de la puerta, había tres ventanas que nacían a pocos centímetros de la encimera y se elavaban hasta la alta bóveda del techo. Frente a la ventana central, de espaldas a la puerta, mi abuela preparaba otra taza de té para ella misma.
Mi taza estaba sobre la enorme mesa que habia en el centro de la cocina. Era una taza de té negro, unos huevos revueltos con bacon y un par de tostadas con mermelada. A pesar de llevar en España más de 20 años, aun no avandonó esa costumbre del desayuno fuerte.
Mi abuela era escocesa, si piel blanquísima y su marcado acento la delataban, pero había vivido en Londres desde los trece, cuando su padre se mudó a esta ciudad para trabajar. Desde pequeña supo salir de todos los conflictos de su vida, y terminó estudiando antropología en la universidad. Se casó por el juzgado al terminar la carrera con un chico irlandés, mi abuelo, con el que tuvo a mi madre. Mi madre vino a españa a los 23, durante su último año de filología hispánica, y durate esa estancia conoció a mi padre. Al final se quedó aquí, y al poco tiempo se casó con mi padre. Me tuvieron a mí, y, cuando tuve tres años, mi abuelo murió, y mi abuela decidió trasladarse a España para no estar sola.
Me había contado la versión estendida de esta historia tantas veces que ya era capaz de relatarla de memoria. Simpre estuvo obseionada con los orígenes, las raices, la historia...
-¿Vas a quedarte en la puerta o vas a entrar a desayunar de una vez? -preguntó tiernamente mi abuela, sin ni siquiera volverse para mirarme. Me exasperaba que hiciese eso.
Me acerqué y ella se volvió justo antes de que yo diese el último paso para acercarme a ella. Nos dimos la una a la otra un beso en la mejilla y ya me fui a mi sitio a comerme mi desayuno.
-¿Que tal has dormido, querida? -me preguntó de nuevo dándome la espalda.
-No muy bien -le contesté, dejando a Dana en el suelo para que también comiera, en este caso de su plato de pienso que estaba en una esquina que la chimenea formaba con una de las encimeras.
-Amelia, te he dicho una y mil veces que tienes que tomarte alguna infusión relajante antes de dormir, o dejar el té. No es bueno para tu sald dormir tanto.
-Abuela, sabes que las plantas no me hacen nada. Y en cuanto al té, ni loca.
Mi abuela se acercó a mi con una taza de té verde en las manos, y se sentó en una silla a mi lado
-¿Sólo vas a comer eso, abuela? -le pregunté preocupada, mietras mordía mi tostada de mermerlada.
-No te preocupes por mi, que ya soy mayorcita. Hablemos de ti: ¿que es lo que viste bajo el sauce?
La impresión hizo que casi me ahogase con el trozo de tostada. Después de haberme pasado casi tres minutos atragantándome, mi abuela se me quedó mirando. Aun con gruesos lagrimones recorriendo mi cara (fue un consuelo saber que no se me habían agotado todas las lágrimas), le pregunté a caballo entre asustada y extrañada:
-¿Por qué preguntas eso? ¿Que es lo que voy a ver? Simplemente estuve durmiendo, te lo dije, abuela.
Hablé tan atropelladamente que, aunque mi interlocutor no me conociera tan bién como lo hacía mi abuela, hubiera sabido perfectamente que mentía.
-Hijita, a mi no me engañas -dijo mirándome con ternura. Yo no sabía como actuar. Una vorágine de sentimientos: alegria por la esperanza d que fuera verdad, miedo porque lo sabía mi abuela, incertidumbre sobre cómo lo sabía... Empecé a respirar entrecortadamente, así que ella volvió a hablar-. Está bien, si no quieres hablar, lo haré yo primero. Ya sabes la historia de tu familia, es hora que te cuente la historia completa de la mía. Ya eres lo suficiente mayor para ello, me da igual lo que diga tu madre.
La miré con los ojos abiertos como platos. ¿Acaso le quedaba algo por contarme? Sabía toda su historia desde que sus padres se mudaron a Londres, ¿hasta dónde llegaba el conocimiento de mi abuela?
-¿Acaso sabes por qué se llama así Dana? -preguntó con tono misterioso.
Mi mirada se desvió a la chimene, bajo la cual descansaba el cogín donde la gatita estaba recostada, y miraba con una curiosidad más humana que gatuna a mi abuela, como si hubiese escuchado pronunciar su nombre ¿Que tenía que ver una gata en todo esto? ¿Que era lo que me ocultaba mi abuela? Sabía que las respuestas a las preguntas no estaban en mi interior, pero por un momento, me pregunté si quiería saberlas. Desvié mi mirada hasta la ventana central, y contemplé el estanque lleno de flores que había sobre una elevación del terreno frente a la casa, y me perdí en el agua.
Me encantab hacer eso. El agua era para mi como una puerta hacia otra realidad. Ahora sabía que se podía huir a otra realidad sin necesidad del agua, pero aun así, este elemento seguía teniendo sobre mí un iflujo místico.
Antes, cualquier mal era curado por una ducha, o por un baño en una piscina, pero todo el efecto sanador del agua se eliminaba cuando el fludo dejaba de resbalar por mi pelo, por mi frente, mis mejillas, mis ojos, mis labios...
Me perdí en las ondas de agua, provocadas por el viento, que mecía tiernamente los nenúfares y otras plantas que mi abuela tenía sembradas en el estanque. Imaginé que el agua fluía a través de mi cuerpo, que mi pelo era una de aquellas maravillosas rosas de Venus, y mi cuerpo uno de los nenúfares de los que germinaban. Entonces, como si me hubise transportado y ocupado el lugar de una de aquellas plantas, y todas mis preocupaciones fuesen menores, o mejor dicho, que mi mente y mi espíritu fueran más grandes y las albergaran mejor.
Aquella sensación no era, ni por asomo, igual a la que sentí el día anterior. Era más moderada, pero, aun así, poderosa. Aproveche esta circunstancia para plantear mi pregunta: ¿queria que mi abuela complicase mi vida con una nueva revelación? ¿Acaso no tenía suficiente? ¿Por qué tenía que interesarme una historia que mi madre no quería que supiese? Pero hubo una imagen que respondió a todas mis preguntas: la imagen de mi alma gemela.
Poco a poco, salí de mi evocación de la regeneración del agua, y moví lentamente mis ojos para sumergirme de nuevo en las más bellas, heladas y claras aguas que había visto en mi vida: los ojos azul plata de mi abuela. Su mirada limpia y pura estaba esperando mi decisión.
Me sentí repentinamente desnuda, cuando mi abuela atravesó mis ojos para inspeccionar mi alma. Desde niña me impresionó esa capacidad que tenía para saber lo que pensaba, y a pesar de que yo me había vuelto en apariencia más ferrea, a pesar de que mi corazón se había helado a causa de la traición y descongelado a causa del amor antas veces que había empezado a pudrirse y congelarse de nuevo, a pesar de las enormes corazas de entereza que me habían costado años levantar, mi abuela era capaz de saber lo que me pasaba como el primer día.
-Amelia, la historia de mi familia se remonta a tiempos que la memoria no es capaz de atisbar y, a pesar de eso, la sabiduría ancestral se ha mantenido intacta con el paso de los años. ¿Sabes por qué se llama así Dana?..."


Siento haber tardado tanto en publicar, pero es que llevo tres días con esta entrada. He tenido que ayudar a mi abuela con la limpieza, y a eso se ha sumado que se me ha atragantado la entrada. Se que esta parte del relato ha quedado totalmente insustancial y aburrido, que no dice nada nuevo, pero pensad en el como en un relato de transición hacia otros ligeramente más entretenidos, pero nunca he sido bueno con eso del entretenimiento. Me he estendido bastante (en realidad, demasiado; lo siento, pero acabo de darme cuenta), así que solo quiero mandaros un fortísimo abrazo a todos, y daros las gracias nuevamente, y deciros que si necesitais algo, sabéis dónde encontrarme.
Siempre vuestro:
DCAC

4 comentarios:

  1. Ahorita ando demasiado apurada y no pude leer tu texto, escribo solo para decirte que en mi blog te espera un regalito! =)

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  2. En el mío también te espera un regalo jajajaj como te queremos xD
    Gracias a ti, a mi no me des las gracias para nada, eres un sol ya lo sabes.

    El relato no es aburrido ni mucho menos a mi me ha encantado y escribes muy bien ^^


    Un beso :*

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  3. Otra vez mil gracias :) te stoy empezando a tener mucho cariño tus comentarios siempre me hacen sonreír un poco y aunque parezca estúpido se que no estoy del todo sola :)
    EL problema es que él vuelve, pero sé que no para quedarse, ahora todo empieza a ir como debería ir, pequeñas palabras, pequeñas conversaciones pero mejora, el problema es que él sabe que siento, él sabe muchas cosas... y estoy segura de que solo quiere confundirme, es muy inseguro y necesita que alguien le vaya detrás, esa persona soy yo, se que cuando me despieste estaré llorando otra vez de soledad... Además... la puta CONCIDENCIA nos lleva a los dos al mismo lugar de vacaciones... me acabo de enterar hoy...
    por eso el post, si se va, que se vaya para siempre que no me venga con medias tintas, si se queda, que después no me abandone. Las dos cosas no. No puedo todo esto ya pesa demasiado son 6 años amandole 6! podría decir que malgaste mi ultima infancia y voy por el camino de malgastar en él toda mi adolescencia...

    Gracias por leer esto, se te quiere mucho, de verdad.

    Miles de besos :****

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  4. Hermano. Muchas gracias, pero es lo que hacemos los amigos. También a ti muchas gracias por todo...

    Me gustó mucho la segunda parte de tu relato... Siento que cada vez va mejor...

    Échale ganas hermano, sabes que tus amigos siempre estaremos para lo que necesites, cuando nos necesites...

    Un abrazote... Sigue así y sigamos luchando por dejar esa depre que tanto nos está acabando, tanto a ti, como a un servidor...

    Saludos!!!

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