Buceadores en mi mare tenebrosum

domingo, 13 de septiembre de 2009

Quinta parte de mi absurdo relato

Hola queridos amigos todos. Muchas gracias por el apoyo que me habéis mostrado desde el principio, y gracias especialmente a los que me habéis apoyado con mi entrada anterior. Gracias a Hollie, Agustín, Gildardo, Elena, Mara, Caperu y Arual. Gracias de corazón.
En cuanto a mí, no os preocupeis, ya estoy mejor. Os dije que el mejor bálsamo es escribir y leer Romeo y Julieta, ¿verdad? Pues me equivoqué. El mejor bálsamo es contar con personas tan maravillosas como vosotros. Os quiero mucho, espero que lo sepais.
Y también espero que sepais que si me necesitais me tenéis aquí para lo que sea, cuando sea y cuantas veces haga falta.
En cuanto a mi, ya estoy mejor. Al día siguiente de publicar me sorprendieron unas reacciones muy raras, como si me clavaran un cuchillo bajo el esternón, pero no dolía, solo me obligaban a curvarme, se me paraba la respiración durante un segundo y sentía una nausea y una pena infinita. Pero me pasó a los dos días. Ahora estoy bastante recuperado.
Bueno, dejo de hablar de mi para empezar a hablar de Amelia. Aquí teneis la quinta parte. Espero que os guste.



Cuando me desperté todo estaba a oscuras. Dana seguía sobre mis pies, y la jaqueca dentro de mi cabeza. Miré hacia la ventana para hacerme una idea de la hora que era, pero mi abuela había corrido las gruesísimas cortinas de terciopelo que utilizaba a modo de persianas. No me apetecía levantarme, así que opté por dar vueltas en la cama.
A pesar del efecto sedante de la cápsula, no había dormido en condiciones. Mis sueños habían sido muy turbulentos: una Dana de 8 metros persiguiéndome e intentando devorarme. Después, me caí, y cuando me di cuenta, se acercaba a mi con su enorme boca abierta, y me quedé con la mirada fija en su enorme ojo color oro, que se convirtió en un resplandeciente sol. Miré a mi alrededor, y me encontraba en una especie de jardín rodeado por una linde de piedra de tres metros de altura. Miré hacia delante y vi la pared de un claustro. No había duda, era un convento. Pero tenía un jardín mucho más grande que los que había visto hasta ese momento en otros conventos. Entonces me empecé a fijar en unos detalles que hasta ese momento habían estado difuminados por la etereicidad propia de los sueños. Por la naturaleza de las plantas (que, por cierto, nunca me habían interesado lo más mínimo y aun así conocía sus nombres como por intervención divina) debía estar en un lugar en el norte de Inglaterra, Escocia, Gales o Irlanda. Lo sabía, simplemente lo sabía. Las especies sugerían que estaba en una mezcla de jardín y huerto. Plantas comestibles, espigas de cereal, flores y 12 árboles.
Las imágenes se aclararon un poco más, y entonces vi a varias decenas de mujeres de todas las edades que atravesaban el patio con cara de felicidad. Desde niñas de no más de 10 años hasta ancianas de edad inidentificables, mujeres embarazadas u otras con bebes de hasta dos o tres años en los brazos, pero no se veía rastro de ninguna niña de entre los 3 y los 10. Todas iban vestidas con una túnica blanca, y bordada sobre el pecho en negro la silueta de un árbol, habiendo un cierto número que se repetía sin que ningún parámetro pudiese clasificarlo. Cada una fue a un determinado lugar y se pusieron a trabajar en el jardín, mientras las más pequeñas gateaban o correteaban bajo la atenta vigilancia de las más ancianas o de las embarazadas.
Me quedé observando la escena, y sentí que ese no era un sueño normal. Miré hacia el cielo; el sol se había ocultado, y ahora estaba encapotado y uniforme, como si se tratase de un perlado tapiz que alguna extraña divinidad había tejido con esmero usando hilo de bruma, haciendo que el cielo luciera como un hermoso traje, y que la tierra bajo su influjo pareciera rescatada de un cuento de hadas. Podía sentir la humedad a mi alrededor. Veía claramente cada detalle, cada matiz de luz en la escena, cada minúscula gota de sudor escurriéndose de las frentes de las extrañas monjas. Podía captar el aroma de las plantas, el de la humedad de la tierra, el del mar, que supuse que estaba cerca... Era demasiado real. Comenzó a llover, y sentí como la fría lluvia me calaba los huesos y se clavaba sobre mi piel como si de afiladas saetas de hada se tratasen. Corrí a refugiarme dentro del claustro junto con las niñas hasta 12 años, las madres con sus bebés, las embarazadas y las ancianas. Las demás parecían no inmutarse por el aguacero que les estaba cayendo encima.
Estaba calada hasta los huesos, y su ropa se le pegaba al cuerpo. Entonces se fijó en que llevaba puesta una túnica idéntica a las que vestían las demás, y que su bordado negro era un sauce llorón.
Entonces fue cuando desperté.
Seguí dando vueltas en la cama hasta que noté la almohada húmeda. Me toqué el pelo y noté que estaba mojado. Estaba segura de que no era sudor, pues olía fresco, como a hierbabuena. Aquello me sacó de mis casillas. De nuevo el histerismo me invadió.
Me levanté y abrí los gruesos cortinajes. Debían ser las diez de la noche. Había dormido durante todo el día. Recordé todo lo que había pasado, de lo que me había enterado, y me sentí terriblemente mareada. Me senté en la mecedora, y noté un pinchazo en el pecho y cómo me costaba respirar. Me tiré sobre la papelera que había al lado del escritorio de madera de caoba y vacié con premura los papeles arrugados que contenía la pequeña bolsa de plástico que usaba para tirar la basura. Empecé a respirar dentro de ella y, poco a poco, fue recobrando la calma. Volví a sentarme en la mecedora, y apoyé mi cabeza contra el mimbre. El suave bamboleo consiguió calmarme. En 24 horas había vivido más experiencias que a lo largo de toda mi vida. Desde mi primer día de cole hasta la primera vez que hice el amor, ninguna de las experiencias vividas hasta entonces me había causado emociones tan fuertes como las que me había causado el saber que procedía de una estirpe femenina milenaria encargada de adorar a la madre tierra y que para ello tenía una serie de poderes y responsabilidades. Sólo de pensarlo notaba un agudo pinchazo en el pecho. Intenté respirar tranquilamente y dejar la mente en blanco.
Mi estómago rugió de hambre. Llevaba desde la mañana del día anterior con una tostada y un par de sorbos de té negro. Mi estómago volvió a lanzar un rugido, como para que me asustara y fuera corriendo entre los brazos de mi abuela, como cuando era pequeña y escuchaba ruido en el jardín cuando era de noche.
Pero no quería enfrentarme a mi abuela tan pronto. Ahora mi abuela ya no era mi abuela. No tenía claro en que momento había cambiado mi concepción de ella, pero no era capaz de mirarla con los mismos ojos con que lo hacía antes. Antes era mi amantísima mejor amiga, la que regañaba a mi madre cuando esta me reñía sin motivo o se pasaba con un castigo, la mujer omnipotente que tenía consejos y soluciones para todos, la dama inteligente que siempre lo sabía todo de mi, una amiga a quien contarle todos mis secretos, alguien a quien preguntarle lo que quisiera con naturalidad y sin necesidad de pasar vergüenza, un modelo a seguir. Pero ahora no era nada de eso: la veía como una cruel y astuta bruja que me había tenido engañada para convertirme en su esclava, para robarme mi vida y ponerla a los pies de una vieja divinidad de la que nunca le habían hablado. La había engañado y ahora había vendido su vida. La habían traicionado.
Sentí como Dana se subía a mis piernas y frotaba su cabeza contra mi mano, que descansaba en el reposa brazos de mi asiento. Acepté s petición y comencé a acariciar toda la extensión de su espalda y su lomo, y haciéndole cosquillas tras las orejas. La miré, y ella clavó sus ojos dorados en mis ojos color caramelo (herencia de mi padre), y noté como se sumergía en mis pensamientos tal y como lo hacía mi abuela. Y noté como la presencia de la gata invadiendo mis pensamientos hacía tambalearse peligrosamente la estructura de malos pensamientos que había creado, que habían formado una estructura parecida a un castillo de naipes, cuyas juntas estaban hechas de un negro humo creado de la reacción desencadenada por mi inseguridad. ¿Cómo podía estar permitiendo que por los hechos de un día estuviese castigando la memoria de mi abuela? Desterré los malos pensamientos sobre ella al abismo del olvido. El castillo de naipes no era más que la fachada de la verdadera construcción, creada por enormes sillares de la piedra más dura que existe: el cariño.
Me levanté sin soltar a Dana, que acomodé en un brazo mientras seguía acariciándola con el otro. Sin encender la luz, abrí la ventana para que la habitación se ventilase. Una cálida brisa me sorprendió y me hizo estremecerme. Giré sobre mis talones, bordeé el biombo y atravesé el pasillo en dirección a la cocina. Estaba desierta, pero con la luz encendida. Eso significaba que mi abuela había salido al jardín ha hablar por teléfono, pues las gruesas paredes de la casa evitaban que los móviles tuviesen cobertura. Me limité a sentarme en una de las sillas a esperar. Sé que es egoísta, pero prefería que mi abuela me hiciese la comida, porque no tenía fuerzas para nada. Dejé a Dana en el suelo para que se acomodara en su cojín y evitar así que siguiese soportando la incomodidad de mis brazos, pero, al parecer, no le resultaron tan incómodos. Saltó ágilmente a mi regazo y volví a acariciarla mecánicamente, llevando mi mente de nuevo hacia la conversación del día anterior, intentando aceptar lo que su abuela le había dicho y mostrado.
En ese momento, ésta entró por la puerta con su móvil en la mano. Me miró con la ternura infinita que sólo ella tenía y me dio un beso en la frente.
-¿Qué tal estás, mi niña?
No supe que responder. Las dudas regresaban del olvido tan rápidamente como las había desterrado, y el castillo de naipes amenazaba con volverse a poner en pie. Pero un nuevo soplo de cordura volvió a hacer cada una de las ideas que representaban esos siniestros naipes. Esta vez fue un cálido abrazo de mi abuela,que me estrechó contra ella fuertemente, acomodando mi cabeza en la oquedad que había entre su cuello y su hombro.
-Tranquila Amelia, estoy aquí, estás en casa, con los tuyos. No te pasará nada.
Eso era lo que me preocupaba. Tener que hacer lo que se esperaba de los míos. O mejor dicho, las mías. Era demasiada responsabilidad.
Pero, por otra parte, estaba el hecho de tener la posibilidad de encontrar mi verdadero amor. Pero una duda me asaltó. ¿Quien era nadie para decirme a quien amar? ¿Acaso los seres humanos no somos libres para amar a cualquiera por nosotros mismo? ¿Tan predestinados estábamos?
Mi abuela me soltó y me miró a los ojos. Comprendió todas mis dudas, así que dejó el teléfono en la mesa, cogió una silla y se sentó a mi lado, cogiéndome ambas manos y estrechándolas entre las suyas.-Mi niña, la diosa no te obliga a nada, sólo te abre el camino.
Si, claro, pero, ¿que consecuencias había si no seguía a esa divinidad que era capaz de manifestarse tan claramente en el mundo terrenal?
Como siempre, mi abuela sabía lo que estaba pensando:
-La diosa no tomará ninguna represalia. Si no quieres consagrarte a la diosa no serías la primera. Ha habido cientos hermanas con poder que no querían seguir a la diosa, y viceversa. A estas últimas se las aceptaba también, a pesar de no haber cumplimentado la iniciación.
La miré asustada como nunca antes había estado.
-¿Qué iniciación?
De nuevo su risa inundó la cocina, y sentí como si su risa fuese una bocanada de aire cálido y puro cuando estás en una fría y oscura ciénaga, consiguiendo derribar y esta vez destruir los naipes que se habían formado contra ella.
-Mi niña, tranquilízate de una vez. Me estás recordando a cuando tenías 5 años y te asaltaban las pesadillas. La iniciación se compone de un simple hecho: encontrar el amor verdadero.
De nuevo con aquel cuento del amor verdadero y el alma gemela. Y de nuevo todas mis reticencias salieron a la luz. Y de nuevo mi abuela se dio cuenta. Aquello, a pesar de lo nuevo, empezaba a ser monótono.
-Comprendo que te asuste y te inquiete mi niña, pero no debes tener miedo.
-No tengo miedo abuela, sólo que no me gusta esa visión del amor como algo totalmente predeterminado.
-Amelia -me explicó con parsimonia, como buscando elegir las palabras adecuadas para explicar algo que no comprendía del todo-, el amor es todo menos predeterminado. El amor no solo es con la pareja, también con los amigos y la familia. Pero en el amor de la pareja el alma gemela siempre estará presente. El alma gemela no es una manera de controlar a los mortales, sino una manera de evitarles el sufrimiento. Las parejas discuten por sus diferencias, es normal, pero sólo con tu alma gemela podrás soportar todas y cada una de estas discusiones, porque ella llegará a comprenderte, pues su alma y la tuya son la misma, separada en dos cuerpos con dos visiones distintas del mundo. Por eso a una persona le costará ser feliz si comparte la vida con otra persona que no es su alma gemela.
Esta explicación rompió los esquemas de mi vida. Aquella visión del amor resolvería todos mis debates de porqué las personas más dispares están juntas, o por qué las parejas más maravillosas compuestas de dos personas buenas que se aprecian y tienen mucho en común rompían. Era sólo que el otro alma los llamaba. Entonces recordé mi visión bajo el sauce. Todas aquellas almas buscando encontrarse, buscando anhelantes aquella alma igual a la suya. Me estremecí. Imaginé lo difícil que sería hallar a su alma gemela a las personas sin la visión. Y una duda me asaltó la mente.
-Abuela, ¿mis padres son almas gemelas?
-Si.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque, cuando ves a una pareja de almas gemelas, las hijas de la diosa vemos un lazo de luz que liga a esas personas, pues las almas iguales se enlazan entre sí para formar una sola.
-¿Y cuando dos almas gemelas se unen lo saben?
-Si. Quizás no es tan teatral como en el cine para los que no son hijos de la diosa, pero, si te separas de esa persona, no serás feliz.
Mi estómago nos interrumpió gruñendo de nuevo. Mi abuela le contestó levantándose y poniendo delante de mi una ensalada y un par de filetes que aun estaban calientes. Comencé a devorar como si fuese mi última cena. Mi abuela, mientras tanto, simplemente me observaba con una sonrisa satisfecha.
-Estoy muy orgullosa de ti -me dijo.
-Si, siempre te encantó eso de que me comiese todo lo del plato. Pero es que tus comidas están deliciosas, abuela.
Ella se rió con ganas. Yo me sentí algo molesta. ¿Que es lo tenía tanta gracia? Puse cara de enfurruñada y la fulminé con la mirada.
-No te enfades, pero es que me encanta que seas a la vez tan madura y tan inocente. No me refería a como comes, sino a como lo has aceptado. A mi cuando mi tía me lo contó no la pude creer, y eso que ella hizo que el agua de un estanque formase una escultura mía. Desde luego era poderosa -dijo con la mirada clavada en un punto de la pared entre una lámina de Oxford Steet en 1956 y una fotografía de una planta de narcisos de color amarillo claro a la orilla de una charca. Pero su mirada del recuerdo parecía estar varios años atrás.
Volvió a clavar su profunda mirada en mí diciendo:
-Me encanta que te lo hayas tomado tan bien. Lo has aceptado, lo estás reflexionando y no me has tirado nada a la cara ni te has negado a verme. No puedo decir que yo hiciese lo mismo.
Me sonrió. Yo, sin embargo, bajé la cabeza y seguí comiendo mientras imploraba a... a... bueno, a quien fuese que dominase nuestros destinos para que mi abuela no se diese cuenta de mis sonrojos. Cuando el color de mi cara volvió a la normalidad, la miré y le dije.
-Abuela, espero que sepas que aun no he tomado una decisión con respecto a la diosa.
La miré. Siguió tan imperturbable como antes.
-Lo sé. Pero aun así estoy orgullosa, siempre lo estaré.
-¿Y si digo que no?
Seguía serena.
-Seguiré estando orgullosa. Siempre estaré orgullosa de ti siempre que en tu vida hagas todo guiándote por tu corazón. Si haces todo de corazón, siempre estaré orgullosa de ti.
No pude evitarlo. Me levanté rápidamente de mi silla y me lancé contra mi abuela para abrazarla, haciendo que casi calléramos las dos del asiento. Ella se limitó a corresponderme.
-Te quiero abuela.
-Y yo, mi niña.
Volví a sentarme en mi silla, culpándome de haber pensado tan mal de ella esa mañana. Ella, por su parte, fue hacia la nevera, situada a la izquierda de la ventana que ocupaba esta posición con respecto a las otras dos. Allí, de espaldas a mi, sacó algo de la nevera. Se dio la vuelta y me recibió con un enorme pastel de chocolate con 22 velas encendidas.
-¡Feliz cumpleaños! ¡Mi niña, ya con 22 años! -se secó una lágrima que se había escapado de uno de sus ojos.
¿Cómo era posible que se me hubiese olvidado mi propio cumpleaños? Bueno, la verdad es que el que recordase que una cálida noche del dos de mayo 22 años atrás yo hubiese nacido era una nimiedad comparado con lo que me había pasado en esas poco más de 24 horas.
Mi abuela puso la tarta delante de mi.
-Pide un deseo. Pero no lo hagas en voz alta o no se cumplirá.
Estaba claro lo que pedí: encontrar a mi verdadero amor antes de que pasase un año. Soplé las velas, que se apagaron con un solo soplido, así que, según la superstición, lo que había pedido se me cumpliría. Pero había pedido demasiados deseos que no se me habían cumplido, así que no tenía demasiadas esperanzas.
Mientras mi abuela quitaba las velas y partía el pastel, me dijo:
-Deberías llamar a tus padres y a tus abuelos. Me han llamado al móvil porque no contestabas el tuyo. Y apuesto a que cuando salgas a la calle, te saldrán mensajes de más gente.
-¿Qué les has dicho que me ha pasado?
-Que anoche no dormiste porque estrenamos el cenador, y, cuando ibas a acostarte, resbalaste con una hoja y te diste un golpe en la espalda, y por eso no has dormido. Y esta mañana, cuando se te pasó el dolor, dormiste.
-Que imaginación abuela.
Cogí un trozo de tarta. Era un bizcocho de limón recubierto de chocolate y fresones y relleno de una capa de crema y otra de mermelada de fresa. Una de las esquisiteces hiper calóricas de mi abuela. Le di el primer mordisco y fue como si en mi boca hubiese explotado el paraíso. Pero lo mejor de la tarta era el sabor de la mermelada.
-Abuela, ¿has pensado en comercializar esta mermelada? Te harías de oro.
-No creo que a la gente le hiciese gracia la fecha de la receta que imprima en la etiqueta. Me tacharían de mentirosa.
Entonces mi sueño me vino a la cabeza, y se lo relaté a mi abuela. Esta me miró ceñuda, y no me interrumpió hasta que acabé de contárselo.
-Amelia, creo que has tenido una visión del pasado. Todo lo que me cuentas coincide con uno de los conventos de nuestra orden. El árbol bordado en las túnicas corresponde al árbol natalicio de cada una. Y la franja de edad es el periodo en que las niñas estaban con sus padres, hasta que llegaba el momento de su iniciación.
-¿Esas niñas encontraban el amor a los 10 años?
-12. Eran otros tiempos, las niñas se casaban muy jóvenes.
-¿Y no dices que el sujeto del que te enamoras puede estar en cualquier lugar del mundo? ¿Entonces por qué les resultaba tan fácil encontrarlo?
-Porque cuantas más facilidades tiene a su alcance el enamorado para encontrar a su amor, más difícil se hace este de encontrar. Pero recuerda que siempre en la medida de las posibilidades. Para lograr el amor hay que arriesgar, pero luego la recompensa es mayor. En esa época no se podían desplazar a largas distancias: ellas tenías que vencer barreras sociales, enfrentarse a la sociedad o tener que luchar contra matrimonios de conveniencia. Ahora s a olvidado todo eso, pero se puede viajar lejos, aunque es dificil. Pero no es imposible, ahí esta la clave.
De nuevo todo tan estúpido y a la vez tan lógico. Pero, ¿acaso no era así el amor? No, el amor podría ser estúpido, pero no lógico. Era loco, apasionado, voluble e incluso iriente, pero no lógico. Sin embargo, desde la perspectiva de su abuela, o mejor dicho, desde la perspectiva de las adoradoras de La Diosa, se podría ver cierta lógica no en el amor entre personas, sino en la naturaleza misma del amor como concepto universal.
De nuevo me dolía la cabeza. Cogí otro trozo de tarta y miré a mi abuela, que seguía con el ceño fruncido y con la mirada perdida apuntando contra la luna, que se asomaba a la habitación desde la ventana del centro.
-¿Te pasa algo, abuela?
-No querida, es solo que me ha sorprendido el hecho de que tuvieses una visión.
-¿No te ha pasado nunca?
-No, como en todos lados hay especialización. Yo, por ejemplo, soy una Sanadora, es decir, esperta en la curación de humanos y animales. Tu debes de ser una Vidente. Pero eso ya lo veremos si decides entrenarte para el culto de la gran madre.
Cada vez me dolí más la cabeza. Me llevé las manos a las sienes y comencé a masajearlas.
-Si te duele, ve a añarte. ¡Se me había olvidado contártelo! Ya han terminado la piscina. si quieres puedes ir a estrenarla. O darte una ducha. Sé lo mucho que te relaja el agua.
Sentía un agradecimiento profundo porque mi abuela me conociese tan bien. Me disponía a salir por la puerta cuando mi abuela puso una mano sobre mi hombro. Me giré y me dijo:
-Aun no te he dado mi regalo de cumpleaños.
-Abuela, no tienes que darte nada. Con la tarta ha sido más que sufciente.
Ignorándome, mi abuela se llevó las manos al cuello y se desató uno de los múltiples colgantes que llevaba. Y cuando vi cual era, se me heló la sangre.
-No puedo aceptarlo, abuela. Es tuyo, significa mucho para ti.
-Por eso se lo doy a la persona que más significa para mi. Cójelo.
Pero como vio que no estaba dispuesta a aceptarlo, me cogió la mano y dejó el colgante de oro que parecía una moneda, el que era herencia de su familia, de mi familia. Cerró mi mano en torno a la joya y me dio un beso en la frente.
-Muchas gracias abuela.
Me sonrió, y volví a darme la vuelta para dirigirme a mi dormitorio a coger el movil y ponere el bikini cuando me di cuenta de algo.
-Abuela, ¿como has encendido las velas de la tarta si no tenías ni cerillas ni tiempo y acababas de sacarla de la nevera?
Me miró divertida.
-¿De verdad quieres saberlo?
Mi respuesta fue contaer la cara en una mueca de disgusto y darme la vuelta rumbo a mi habitación.


Ups, creo que me he pasado un montón. Lo siento. Un besazo y un abrazo:
DCAC

10 comentarios:

  1. Hola hermanazo DCAC:

    Como sabes, aquí estamos los amigos para cuando lo necesites, y claro que seguiremos preocupándonos por ti, así como tú lo haces por nosotros...

    Por otro lado, me alegra ver que estás mucho mejor, y espero las cosas así sigan hermano...

    Entrando a la vida de Amelia, los 12 árboles representan algo? es que yo le encontré muchas como opciones, y puedo estar mal... por ejemplo las 12 trivus de israel, por ejemplo los 12 meses, los 12 signos zodiacales, que en verdad son trece, en fin... muchas opciones pasaron por mi cabeza...

    En fin, creo que esta entrada ha sido la que más me ha gustado hasta el momento, porque siento que tengo una relación muy fuerte con Amelia, o sea, ya conocí al amor de mi vida, la perdí y no pienso rendirme, se que no tenía un año para encontrarla, duré 19 años para hacerlo... pero ya cuando al encontré, llevo año y casi medio buscando recuperarla...

    Pobre Amelia, la verdad te manchas mucho con ella, aunque esta quinta parte, me relajó que no la presionaran tanto, ese sueño estuvo muy loco, y a la vez, muy interesante, como eso de los simbolismos que si le rascamos, podemos encontrar... que no sé si en verdad existan, o sólo me los imagino yo por cómo se va desarrollando la historia... Estoy impresionado, y espero que pronto sea la sexta parte, y coincido con un comentario de alguien más (no recuerdo quien), sí, esta sexta parte de este absurdo relato que de absurdo no tiene nada...

    Un fuerte abrazo hermano, espero que sigas mejor... y estamos en contacto, cualquier cosa, sabes donde encontrarme...

    Saludos!!! Aprovechando que mi alma me permitió darme un paseo fuera de ella

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  2. Andaaaaaaaaaaaaa, pero aún te acuerdas de mí?, pensaba que me habias olvidado . . ., despues de ver tus comentarios en los blog q los dos seguimos y no dignarte a aparecer x el mio, creí q pasabas de entrar ya en mi blog. No tienes q darme las gracias x nada, yo, siempre digo lo q pienso o creo q s mejor para los demas, al igual q lo q te estoy escribiendo, lo pienso y lo scribo . . ., ahora diras; q tia mas "loca" por decirlo finamente, jejeje, pero, no, soy así, lo bueno lo digo y lo malo tambien, y a kien le escueza q se fastidie.
    Que tambien reconozco q cada cual es libre de pasarse por dond kiera y dejar o no su comentario, pero si, me ha "dolido", verte x ciertos blog dejar comentarios y buscarte en el mio y para mi sorpresa, ¡¡¡¡NAAADA!!!!, pero ok, como te digo, me parece "bien" y lo respeto, ahora y ya de ante mano te digo q procurare no "aconsejarte" cuando lo crea necesario, pues ya tienes tus seguidores que lo hacen muy bien y ante el "desprecio" q he sentido hacia mi x tu parte, despues de estar ahi desde el principio y preocupandome por tus cosas, pues he decidido "pasar" y no llebarme mas disgustos por "tonterias".
    Siento si te ofende este comentario pero t digo las cosas como las pienso, yo no adorno nada y quien realmente me conoc sab q soy asi.
    Despues de la medio bronca o de mi desahogo hacia tí no me queda mas que despedirme, me pasaré de vez en cuando x aki y ya t diré algo si m sale, tu puedes hacer lo mismo con mi blog, el dia q te salga de corazon m dices lo q sea, no vaya a ser q despues d sto m comentes hasta lo incomentable x la chapa q t dao.
    Un beso de tu "amiga" la enfadada.

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  3. Ja jajajajajajaaaaaaaaaaaaaa, mira q eres bobo, lo sabia, en cuanto lo leyeras aparecias, lo sabiaaaaaaaaa, xq soy wena gente y te entiendo a la perfeccion te dire q no pasa nada, anda, anda, respira trankilo q no pasa nada.
    Un beso de tu "amiga", ya menos enfadada.

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  4. mi DCAC se puede saber donde te me meter ,joper echo de menos tus escritos tus palabritas tan lindas juu,pero encima me escribes la quinta parte de el absurdo relato que tan engancha me tiene y entonces ya no te digo nada jopee danos señales de vida niño que si no ya no se escribir un besazo niñooo

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  5. ais mi cotilla favorito si yo no me enfado nunca , pero esque te me pierdes y no das señales de vida y me preocupo por ti corazon solo queria saber que andas bien jeje y si el domingo es mi cumple que vieja 19 tacos esto no puede ser jiji =D un besito uapisimo cuidate!!

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  6. Q don q tenes al escribir, la verdad lo admiro mucho, porque cuando veo algo que realmente me gusta lo digo=)

    Espero que sigas adelante
    te mando un fuerte abrazo!

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  7. Qué te has pasado escribiendo? de eso nada! yo aun quiero más! Joe.. esto cada vez se pone más interesante.. llegará un momento en el que no me dejarás dormir de la intriga.. (siéntete culpable ^^)



    Aaaaaaay, te echo de mens.. ¿donde te has metido? :(


    Muá

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  8. Pero le tenes que meter fuerza al estudio ,
    espero que andes muy bien, espero que publiques pronto una nueva entrada, :)

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  9. Publica una nueva entradaaaaaa :) jsjaja, no te preocupes por si tardas, no importa:)

    Me alegro que te guste lo que escribo:)

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  10. Me encanta, me encanta tanto :)
    No dejes nunca de escribir.

    Tengo una sorpresa para ti...
    Patito de goma ha vuelto.

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