Buceadores en mi mare tenebrosum

sábado, 22 de agosto de 2009

Tercera parte de mi absurdo relato

Siento haber tardado tanto en escribir. A pesar de que llegué el domingo, no he tenido ni tiempo ni ganas de escribir. Por un lado, he estado leyendo todas las entradas que se han publicado en los blogs que sigo. Y por otro, una pequeña turbulencia (espero que para bien) algo inesperada en mi círculo. Digo algo porque me esperaba lo que iba a pasar, pero no esperaba que ocurriese tan pronto. Lo siento, pero hasta aquí puedo leer en este caso, pues al no ser mi vida no tengo poder para hablar de ello, y tratándose de mis amigos les debo fidelidad. Espero que lo comprendáis.
Vamos al grano. He abandonado a mi querida Amelia durante demasiado tiempo. Vamos con su historia.
Como siempre, estoy improvisando, así que disculpad mi falta de profesionalidad, de planificación y mi gramática agreste, entre otras trabas. Vamos a ello:


"-Amelia, la historia de mi familia se remonta a tiempos que la memoria no es capaz de atisbar y, a pesar de eso, la sabiduría ancestral se ha mantenido intacta con el paso de los años. ¿Sabes por qué se llama así Dana?
De nuevo la pregunta sobre aquel animal. Ella nos seguía mirando con sus ojos color de oro viejo y su pelaje de intenso color gris ceniza.
Intenté buscar ese nombre entre los cientos que había estudiado. Mi abuela, con sus historias de las costumbres, las raíces, y su carrera de antropología, que siempre ha sido para ella el estudio de por qué somos como somos y nos hemos convertido en esto, me pegó le gusanillo de la historia. Así que estudié historia. De hecho, ese era mi último año. Había aprovechado el puente del primero de mayo para ir a ver a mi abuela.
Repasé por segunda, por tercera vez los nombres de personajes históricos de todas las épocas buscando ese nombre.
Mi abuela negó con la cabeza.
-Es inútil que busques en la historia querida. Es demasiado fría. Busca en la religión.
Aquellas palabras me desconcertaron, no porque mi me sorprendiese que mi abuela se colase en mi mente cada vez que le viniese en gana, sino por el hecho de que me dijese que buscara en la religión. Mi abuela era una atea confirmada. Se había casado con mi abuelo por el juzgado porque le parecía hipócrita hacerlo por la iglesia, y había estado feliz de que mi padre fuese ortodoxo y mi madre católica para no tener que acudir a una ceremonia en un templo, sino una en un juzgado. ¿A qué venía eso ahora? Repasé los nombres de dioses y diosas, héroes y heroínas y santos y santas de las religiones y mitologías más mayoritarias: catolicismo, protestantismo, islamismo, judaísmo, budismo, hinduísmo, la cultura griega, egipcia, lo poco que recordaba de la nórdica... Pero nada.
-No mi niña, ¿de dónde soy yo? -dijo con el mismo tono dulce y maternal con el que me hablaba cuando tenía cinco años y estaba haciendo algo mal.
La miré desconcertada. ¿Escocia? Por dios, no tenía ni idea de que religión se desarrollaba en escocia además del protestantismo.
-Vamos a dar un paseo -dijo mirando mi cara cada vez más confusa y ansiosa-. Te vendrá bien sentarte junto al estanque. Se te ampliará la mente.
La miré de nuevo impresionada. ¿También sabía lo del agua? Aquello era cada vez más grande, casi tanto como mi dolor de cabeza.
La seguí presurosa por el resto de la casa hasta que salimos por la cristalera del salón que daba al jardín trasero de esa enorme finca. Era increíble que a su edad anduviese con tal diligencia y velocidad, pues casi me era imposible seguirla. Pero tal vez se debiese al cansancio que tenía.
Llegamos al lado del estanque, donde había un banco de madera que mi abuela había colocado hacía un año. Era mi lugar favorito para leer. Y antes de descubrir el sauce, mi lugar favorito para pensar. Entonces me dí cuenta de que parecía haber pasado una eternidad desde el acontecimiento del desdoble bajo el árbol, pero que aun no habían pasado ni tan siquiera 24 horas. Entonces lo comprendí: desde que pasó aquello ya no era la misma.
Mi abuela ignoró en banco y se sentó en el borde del estanque, acariciando con sus dedos la fría superficie del agua y los bonitos nenúfares que tenía sembrados.
Me senté a su lado, procurando no surgiéndome nuevas dudas que sólo la mujer de la mirada de zafiro que había frente a mí podría responder.
Dana nos había seguido hasta la calle y saltó sobre las rodillas de mi abuela. Esta se puso a acariciarle mecánicamente el lomo y a rascarle la cabeza. Por fin mi abuela empezó a hablar:
-En Irlanda y en la isla de Man la llaman Dana, en mi tierra, Escocia, la llaman Donu, los galeses y los britanos la conocen como Dôn, pero la diosa madre es la diosa madre. Otros la conocen como Danann, Ana, o incluso se dice que Brigit y ella son la misma. Elegí el nombre irlandés en honor a tu abuelo.
La miré impresionada. ¿Que tenía que ver la diosa madre celta? ¿Que tenía que ver la madre de los dioses benignos del panteón celta, los Tuatha de Danann?
Los celtas eran una cultura hermética y desconocida, por el secretismo de su culto por un lado y por las quemas de materiales por parte de los romanos y más tarde los cristianos. ¿Que era lo que tenía que decirme de ellos mi abuela?
-Dana es famosa por sus hijos, pero ella es más antigua aun. Está presente desde la cultura primigenia como la madre y creadora del mundo. Y está presente en nuestra familia como nuestra protectora, y es nuestro deber que su culto no se pierda.
La miré con los ojos abiertos como platos. ¿Me esta diciendo...? Ni siquiera sabía lo que estaba diciendo. Debía ser una broma. Si, seguro que era eso.
-No es una broma querida -dijo mirándome, adivinando mis pensamientos.
La miré impasible, no sabía si por el enfado o por el shock.
-Desde hace siglos (no se cuantos) nuestra familia ha tenido la misión de ser las sacerdotisas de la diosa allá en las tierras de Irlanda, Inglaterra o Escocia. No se si te has fijado, pero no hay varones en nuestra familia.
Entonces me puse a pensarlo por inercia. Mi madre era hija única, pero mi abuela sólo tenía hermanas, y éstas, sólo hijas y nietas. Ni un sólo varón a parte de sus maridos y padres. Pero eso no tiene nada que ver, pensé. Hay personas o familias que por genética tienen más probabilidades de tener hijos de un determinado sexo, o simplemente puede ser casualidad. Más mi abuela dio otro dato:
-Mi madre sólo tenía hermanas, y eran once. Y su madre tenía 8 hermanas y ni un sólo hermano, ni siquiera un sólo varón había muerto de niño ni durante el parto, y su abuela tenía 10 hijas, tampoco había varones, y su bisabuela 12 hijas y ningún hijo, y si quieres puedo continuar así.
Ya no sabía que me sorprendía más, si la predisposición genética hacia el sexo femenino o el que mi abuela recordase el sexo y el número de hijos de su tatarabuela, y es más, fuera capaz de seguir. Eso tenía que ser una broma, tenía que estar inventándoselo.
-Sabes que nunca te he mentido, mi niña, ni cuando con cuatro años me preguntaste de donde venían los niños.
No pude evitar sonreír ante aquella alusión, pues recordé lo natural que me fue aceptarlo, y el enfado que se cogió mi padre con mi abuela por habérmelo contado cuando era tan pequeña.
-¿Crees que te mentiría ahora con esta historia? ¿Crees que si fuera un cuento no hubiera sido más lógico que te lo hubiese contado desde niña?
Abrí la boa, pero la cerré por la falta de palabras. En mi mente sólo habían dos posibilidades: creerla o mandarla a la mejor residencia de España para que le tratasen la demencia senil. Pero de nuevo leyó mi mente.
-No mi niña -dijo riéndose con sus habituales y cantarinas risas, que se escuchaban desde lejos y recordaban al tañido de una campana-. No estoy loca. Es posible que con esto te resulte más fácil de creer.
Al lado del estanque había una rama cortada de la altura de mi abuela, que ella usaba para inspeccionar el estado de las ramas de los árboles y como cayado para cuando salía a andar. Ella se levantó y la cogió. La levó en vertical hasta que el báculo estuvo separado del suelo unos diez centímetros, y entonces cerró los ojos, y su cara tomó una expresión mezcla de paz y concentración. Tras unos diez o quince segundos de concentración y sin previo aviso, abrió los ojos y golpeó el suelo con el cayado.
No sé que esperaba que pasase, pero no pasó nada, lo que me quedó por un lado decepcionada por no poder creer a mi abuela, y por otro asustada y apenada por su salud mental.
Pero mi abuela me sonrió y miró hacia arriba, hacia las ramas del peral que había plantado al lado del estanque. Allí, una pequeña culebrilla se dejó caer en su hombro desde la escasa altura del árbol.
Algo extraño de mi es que nunca he temido a las serpientes. Es más, siempre han sido animales que me han impresionado, y mi deseo cuando tuviese casa propia era comprar una serpiente (ahora no podía hacerlo, ya que mi madre les tenía pavor). Pero, a pesar de no tenerles miedo, me levanté y retrocedí, alarmada por su extraño comportamiento y por la actitud de mi abuela, que estaba acariciando la cabeza del reptil con una tierna sonrisa, mientras que la serpiente solo se dejaba hacer, mientras enroscaba la cola en su brazo.
Miré a mi alrededor, buscando algún otro elemento que me mostrara que era un sueño, pues todo eso no tenía ni pies ni cabeza.
Cuando mis ojos miraron al sitio donde había estado sentada me alegré de haberme levantado. Una víbora hocicuda pasaba por ese mismo sitio, en dirección a mi abuela.
Desde niña mi abuela me había advertido contra ese reptil, pues era venenoso, y era el único animal que viviese en la finca de mi abuela al que temía.
Por fin hablé después de un largo silencio, intentando gritar, pero de mi boca solo salio un sonido ronco, y se pudieron adivinar en mi voz quedada las palabras:
-¡Abuela, cuidado, una víbora!
Mi abuela, que tenía la pierna al aire (que por cierto, era atlética, curtida y firme, y que parecía pertenecer a otra persona que no fuese tan mayor y tuviese la cara tan arrugada como mi abuela), pues llevaba unos pantalones cortos, al lado del pozo, al alcance del animal.
Pero mi abuela reaccionó de una manera que me quedó petrificada. Mi abuela se dio la vuelta tranquilamente y puso su mano en el borde del estanque, esperando al reptil.
Sentí miedo por ella, las picaduras de víboras eran dolorosas y en ocasiones muy graves, y mi abuela no era precisamente joven, a pesar de tener una salud de hierro.
Pero lo que pasó me hizo abrir los ojos como platos. El animal simplemente trepó por los dedos de mi abuela, se enredó en sus brazos y pasó por detrás de su cuello, reposando su cabeza al lado de la primera para que mi abuela también la acariciara.
Estaba impresionada, eran demasiadas emociones para un día. Pero, aun ahí, tuve la suficiente rapidez para saltar cuando algo acarició mi pie. Una tercera serpiente pasó por mi lado y trepó al brazo de mi abuela subiendo por el callado.
Al cabo de un minuto, en el que permanecí totalmente quieta, nerviosa, casi en shock, unas diez o doce serpiente más se había acercado a mi abuela, y estaban sobre sus hombros o enroscadas en sus brazos o su cayado.
En ese momento, mi abuela parecía una de esas hechiceras que aparecen en los cuentos de hadas (salvo por sus mayas negras por la rodilla y su camisa de lino al estilo ibicenco): su cara afable pero sabia, su clara mirada inteligente y vivaz, su pelo blanco como la escarcha, como la luz de la luna, su báculo de madera, su cuerpo cubierto de serpientes, el felino que estaba regiamente a su lado, ignorando las apetecibles serpientes, que se enroscaban como para adorar a su reina; la vegetación a su alrededor...
Entonces mi abuela alzó un poco el cayado, haciéndole despertar del leve trance en que mi desbordado cerebro me había sumido. Lo hizo lentamente, y repitió el movimiento con la misma lentitud, haciendo de nuevo contacto entre el palo y el suelo. Las serpientes comenzaron nuevamente a moverse y abandonaron a mi abuela, todas menos la víbora, que se mantuvo impasible junto a su cuello.
Mi abuela se giró un cuarto de vuelta hasta quedarse mirándome a los ojos, y comenzó a acercarse hacia mí con una cara que reflejaba un infinito amor.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, dejó el cayado en la pared del pozo, cogió mis manos, las único, y las encerró entre las suyas. Súbitamente, una sensación de paz como nunca había sentido me embargó. Ni tan siquiera me inmuté cuando la víbora se descolgó del hombro de mi abuela, serpenteando por su brazo hasta llegar a nuestras manos, en las cuales se enlazó.
Se detuvo unos segundos y subió hasta mi cuello, donde descansó de la misma forma que lo había hecho en el de mi abuela. Ésta me soltó, y salí de ese embriagador estado de paz espiritual. Pero la serpiente permaneció impasible. Entonces tomé conciencia de lo que tenía en mi hombro y me asusté: tenía una serpiente venenosa a la altura de los vasos sanguíneos de mi cuello. Pero la mano de mi abuela acarició como si tal cosa la cabeza del animal, que se frotó contra ella como si de Dana (la gatita) se tratase. La anciana tomó mi temblorosa mano y la llevó hasta la fría cabeza del reptil, guiándome a acariciarlo. Sorprendentemente, la víbora se frotó contra mi mano como antes lo había hecho contra la de mi abuela. Pero la mujer puso sus dedos delante del animal y éste, como comprendiendo una extraña orden que yo ni oí ni vi, subió al brazo de mi abuela , le pasó por el cuello y se descolgó por la otra mano hasta la pared del pozo, la cual recorrió hasta que se perdió entre la espesura de las planta que mi abuela tenía sembradas a su alrededor.
Ahora sabía que mi abuela no mentía.
-Mi niña, la diosa te ha elegido, te ha aceptado y te ha hecho el más grande de los regalos. Ahora sólo queda que decidas si quieres unirte o no a ella.
La miré, y supe que ahora me tocaba hablar a mi: era la hora de mis preguntas."


Sólo puedo decir lo siento. Siento haber tardado cuatro días en escribirlo, pero se me han juntado muchas cosas, en unos días os contaré en una entrada las interrupciones (crisis amicales, conciertos, cumpleaños, teatro). También siento que este "capítulo" sea tan largo y aburrido, intentaré hacer el próximo algo más entretenido.
Muchas gracias por leerme, sois los mejores. Un besazo y un abrazo a todos de vuestro amigo:
DCAC

4 comentarios:

  1. Hermanazo... Me da gusto que el que me hizo empezar a escribir regrese... CLARO QUE NO ES NI LARGO, NI ABURRIDO... Me encanta la historia... Por no contar los problemas, no te preocupes... Te entiendo super bien... Espero contigo todo ande bien... Por otro lado, espero me corrijas si me equivoco, pero a Amelia la veo mucho como un reflejo femenino de tu personalidad, por lo tanto se me hace muy interesante, y espero sigas esta historia por mucho tiempo. En serio son fan de esta historia y para nada se me hace larga o tediosa... Felicidades... Por favor escribe pronto... Sabes que cualquier cosa siempre estoy para ti... Un abrazote hermano...

    Saludos, aprovechando que mi alma me permitió darme un paseo fuera de ella

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  2. Querido DCAC, gracias por tus amables palabras y por haber esperado a que volviera a escribir. No sé si estoy mejor o sólo es una táctica para autoconvencerme... de lo único que estoy segura es de la teoría de que la rueda gira, y todo el que ahora está abajo, luego estará arriba, y al revés.

    Llevo un rato leyendo tu blog, las últimas actualizaciones, esas que me he perdido. Estaba poniéndome un poco al día, despues de un mes sin pasar por aquí, y bueno, tu última historia me está gustando un montón, de verdad. Espero impaciente la continuación.



    Espero pasarme más a menudo por aquí... pero los exámenes de septiembre está ya aquí...


    Besos :)

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  3. por cierto, soy Arual, la de arriba, la del blog "arualxaxa", he decidido cambiar de blog, te sigo desde este y te agrego.


    muá!

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  4. querido DCAC me a encantado la historia, y e echado en falta que escribieras estos dias ,gracias por deleitarnos con otra maravillosa escritura salida de tus maravillosas manos un besito cuidate

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